Contrarrestar los efectos provocados por la gravedad terrestre en los relojes mecánicos es uno de los grandes quebraderos de cabeza a los que han tenido que hacer frente los maestros relojeros a lo largo de la historia de la relojería. Desde la invención del tourbillon por Abraham-Louis Breguet a finales del siglo XVIII, se ha ideado una gran variedad de soluciones encaminadas a limitar las consecuencias que la fuerza newtoniana por excelencia provoca en la precisión y regularidad de marcha de los guardatiempos. Roger Dubuis, en su Excalibur Quatuor, incorpora una inédita propuesta encaminada a solucionar el problema.

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La fuerza de atracción terrestre tiene un efecto en todo sistema mecánico, del que los relojes no son inmunes. El elemento que sufre dichas consecuencias es el conjunto volante/ espiral, responsable de medir el cómputo del tiempo (por lo tanto, directamente relacionado con la precisión del reloj). Como hemos descrito en varias ocasiones en esta misma sección, el órgano regulador del reloj de pulsera aprovecha las propiedades de un movimiento armónico simple. Este tipo de movimiento resulta ideal para contar el tiempo, ya que su duración, de forma teórica, sólo depende de las dimensiones físicas del mismo -como su centro de gravedad y su momento de inercia- y no de las fuerzas que lo provocan.

El momento de inercia es una medida de la distribución de la masa que está en rotación respecto a su eje de giro. Esta característica sólo depende de la forma geométrica y de la  posición del eje de giro; tampoco depende de la fuerza que provoca su movimiento. Un momento de inercia mayor aporta más estabilidad a la marcha, ya que se requiere una fuerza externa mayor para perturbarlo. Por el contrario, el centro de gravedad es el que está influenciado directamente por la atracción terrestre.

Para conseguir un movimiento armónico ideal, el centro de gravedad debe estar situado en el eje de giro, lo cual es prácticamente imposible en un conjunto volante/espiral. Sobre este aspecto se basan la mayoría de sistemas y modificaciones que se han realizado para conseguir contrarrestar el impacto que la fuerza newtoniana ejerce sobre nuestros guardatiempos.

“Si no puedes con ella, únete a ella”: el consejo de Sun Tzu en El arte de la guerra viene como anillo al dedo para describir la base de la mayoría de soluciones que se han adoptado para contrarrestar los efectos de la gravedad. Al no poder eliminarlos, se ha optado por compensarlos. El tourbillon es un claro ejemplo de este concepto: todo el conjunto gira sobre sí mismo, de modo que el centro de gravedad se va moviendo. Al cabo de una vuelta, éste habrá descrito un círculo concéntrico respecto a su eje de giro, lo que en definitiva es como si se hubiera “centrado” en dicho eje. De este modo, nos acercamos al movimiento armónico perfecto, mejorando la precisión de la marcha del reloj.

Quatuor: cuatro conjuntos volante/espiral

Roger Dubuis ya había experimentado con la incorporación de dos tourbillones en el movimiento, pero no tenía mucho sentido incorporar dos más, así que decidió afrontar el problema con una aproximación diferente.

La solución que adopta el Excalibur Quatuor de Roger Dubuis se basa también en la idea de la compensación, pero va incluso más allá, ya que además aporta algunas singularidades especialmente interesantes. En esencia, se trata de disponer dos grupos de dos conjuntos volante/espiral, unidos entre sí mediante sendos diferenciales y luego, a través de un tercero, al rodaje propiamente dicho del reloj.

De esta forma se consigue dar respuesta a diferentes problemáticas: Por una parte, se aumenta la frecuencia real de funcionamiento del reloj, lo que se refleja en una mayor precisión. Ello es debido a que los cuatro conjuntos volante/espiral no oscilan de forma simultánea, sino que lo hacen de forma secuencial, con lo que la frecuencia de oscilación de cada uno de ellos pasa de 4 Hz (es decir, 28.800 alternancias por hora) a 16 Hz (115.200 alternancias por hora). Esta particularidad tiene, además, un efecto auditivo sorprendente: el clásico “tic-tac” es sustituido por un canon de “tic-tacs”.

Por otra, debido a la disposición inclinada de los volantes, a su situación cardinal y equidistante entre sí en el movimiento y al uso de diferenciales, se compensan de forma instantánea los efectos de la gravedad terrestre. El resultado es un movimiento con una alta frecuencia de oscilación que aumenta la precisión de la variación de marcha, y cuyos cuatro volantes permiten compensar de forma instantánea las desviaciones motivadas
por la acción de la fuerza de gravitación terrestre.

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El reloj se comercializa en una edición limitada a 3 ejemplares de silicio (derecha) y 88 de oro rosa (izquierda).

Una reserva de marcha inédita

Merece especial atención el indicador de reserva de marcha del Excalibur Quatuor, si bien poco tiene que ver con la voluntad de paliar los efectos de la gravedad sobre el movimiento. El sistema utilizado es inédito, no sólo por estar compuesto por un diferencial -el cuarto que incorpora el reloj-, sino por la forma en que se visualiza y el movimiento que efectúa:

Cuando el reloj tiene la reserva de marcha completa, la aguja central apunta a la zona más gruesa de las dos medias lunas. A medida que los barriletes van entregando la energía al rodaje, las dos medias lunas giran a su mismo ritmo (alrededor de cuatro vueltas y media por día). Sin embargo, la aguja sigue su propio ritmo, indicando de forma precisa la reserva de marcha en el arco de la media luna. Cuando se gira la corona para armar el muelle real, las dos medias lunas permanecen fijas, mientras que la aguja central es la que se mueve.

Seguramente, la doble indicación (dos medias lunas y dos puntas de aguja) hace referencia al hecho de que el movimiento del Excalibur Quatuor incorpora dos barriletes que descargan su energía en el centro del movimiento a través de un diferencial, el quinto y último que lleva el movimiento.

El excalibur quatour

Si el movimiento nos puede parecer excepcional, que lo es, no menos singular es la caja de silicio utilizada para darle cobijo en tres de los 91 ejemplares que conforman la edición limitada (los restantes 88 son de oro rosa). El mecanizado del silicio precisa de un conocimiento técnico complejo, y la construcción de una caja de este material requiere mucho más tiempo del habitual.

Por el resto, el Quatuor mantiene todos los cánones estéticos de la colección Excalibur: caja sobredimensionada de 48 milímetros de diámetro, bisel acanalado, protector de corona robusto y fijación de la correa mediante tres asas. “RD 101” es la denominación que Roger Dubuis da al movimiento del Excalibur Quatuor, un calibre compuesto por 590 piezas y certificado con el preciado Punzón de Ginebra.

Si todas las cifras que hemos aglutinado a lo largo de la descripción del movimiento y el reloj pueden parecer pocas, acabaremos indicando que para la elaboración del Excalibur Quatuor participan 40 personas, expertas en 21 disciplinas diferentes.

Nuestra charla con Gregory Bruttin

Durante los días que se celebró el SIHH 2013, tuvimos ocasión de charlar durante unos minutos con Gregory Bruttin, director del desarrollo de movimientos de la manufactura y verdadera “alma mater” del Excalibur Quatuor (pueden conocer mejor su trayectoria profesional en la sección “Personajes” de esta misma edición). Un aspecto en el que quiso poner énfasis es que una idea como la de desarrollar un movimiento con cuatro órganos reguladores no aparece de la nada, sino que parte de un largo proceso de reflexión que comienza con el aprendizaje del funcionamiento del tourbillon. Sólo cuando comprende totalmente la naturaleza y la necesidad de este sistema, un relojero puede plantearse de qué otras formas puede ser combatida la gravedad.

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Fondo del Roger Dubuis Excalibur Quatuor.

En Roger Dubuis se quería abordar el problema desde una óptica diferente a la clásica; la solución tenía que venir por conseguir un sistema que no sólo compensara las posiciones verticales, como hace el tourbillon, sino que también lograra compensar las posiciones horizontales. Para ello se podían ubicar cuatro espirales inclinados y en posiciones cardinales equidistantes entre sí. Sin embargo, era preciso hacer que todas se unieran en un mismo punto y que ese nexo fuera capaz de aglutinar el movimiento independiente
de cada una de ellas. La solución era usar un diferencial, sistema de sobras conocido pero apenas aplicado en relojería. La experiencia adquirida en el desarrollo del doble tourbillon, donde se utiliza un diferencial para unir ambos reguladores, abrió las puertas para entender las ventajas que este mecanismo puede ofrecer a la relojería mecánica y permitió pensar en él para unir el movimiento de los cuatro volantes del Quatuor.

El diseño numérico que se precisa en la concepción de un diferencial es enormemente complicado. Si a ello unimos que, para su construcción, es preciso disponer de equipos sumamente precisos, entenderemos por qué no se había incorporado este elemento con anterioridad. No obstante, la tecnología aplicada a la técnica relojera ha evolucionado hasta tal punto que podemos conjeturar mucho acerca de su presencia, en el futuro, en algunos modelos sofisticados.

Preguntado sobre qué parte del movimiento del Quatuor es la más compleja y la más delicada a la hora de ensamblar el movimiento, Gregory Bruttin nos explicó que es precisamente el diferencial central -encargado de unir los dos diferenciales que enlazan dos volantes-, a causa de la gran cantidad de energía que consume. Este es, precisamente, el motivo por el cual los dos barriletes actúan en paralelo, entregando su energía en el centro del movimiento. Las piezas de montaje más delicado, por su parte, son cada una de las ruedas de segundos que engranan con el piñón de la rueda de escape de cada conjunto volante/espiral, ya que los dientes de cada rueda atacan a las alas del piñón, que están inclinadas.

La regulación de cada movimiento es un proceso que puede tardar unos 14 días de trabajo. Primero se ajusta cada conjunto de forma separada (se precisa un día para cada uno de ellos); luego, una vez montados los cuatro volantes en el reloj, se debe ajustar el conjunto (cinco días más) y se realizan las pruebas y ensayos (cinco días más). Aunque nada tiene que ver con la necesidad de vencer la fuerza de la gravedad, Gregory también se mostró especialmente orgulloso de la originalidad y la vistosidad del sistema empleado para la indicación de la reserva de marcha que luce en la esfera el Excalibur Quatuor.

Nuestra interesante charla con Gregory Bruttin concluyó abordando temas más políticos que técnicos, pero igualmente relevantes para entender el camino tomado por Roger Dubuis en el ámbito creativo y comercial. En este sentido, Bruttin explicó que la entrada de la manufactura en la órbita de Richemont ha resultado positiva para ambas partes: para el grupo, representa una oportunidad de disponer de una industria relojera ya existente y con un buen conocimiento en la fabricación y, además, una posibilidad de obtener una posición en el mercado que otras marcas no tienen, al contar con una gama de productos que completan el portfolio. Roger Dubuis, por su parte, gana tiempo y tranquilidad para desarrollar nuevas creaciones, probarlas y verificar su resultado, ya que no tiene la exigencia de ofrecer continuamente grandes novedades al mercado.

Este artículo ha sido publicado en el número 45 de la revista Máquinas del Tiempo.

Por Ernest Valls.

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