BREGUET
26 DE JUNIO: DÍA DEL TOURBILLON

Por Ernest Valls

Han pasado más de 200 años y la invención de Abraham-Louis Breguet en aras de mejorar la cronometría de los relojes sigue a la cabeza de las complicaciones, fascinando a propios y extraños. Nada hay más fascinante que la absorta visión del continuo girar del tourbillon.

La denominación de “tourbillon” hace referencia al tipo de órgano regulador que incorpora un reloj, por lo que es más preciso hablar de “reloj con un regulador de tourbillon” que no de “reloj con tourbillon”. El órgano regulador es el encargado de medir el tiempo y consta del conjunto volante/espiral, el áncora —estamos hablando de un reloj tradicional suizo— y la rueda de escape. Estos, como elementos mecánicos, se rigen por las leyes de la física newtoniana y por tanto están sujetos a las perturbaciones que produce la gravedad de la Tierra sobre cualquier cuerpo que esté en su superficie. Estas perturbaciones se traducen, en la práctica, en una pérdida de precisión en el funcionamiento del reloj. En definitiva, el reloj adelantará o atrasará debido a los efectos de la gravedad y no señalará la hora de manera precisa. ¿Y para qué se necesitaba un reloj preciso a finales del siglo XVIII?

Recomiendo a todos los aficionados a la relojería la lectura de una de las obras más significativas del historiador económico estadounidense David Saul Landes (Nueva York 1924 – Haveford 2013), “Revolution in time”, de 1985, que ha sido traducida al castellano como “Revolución en el tiempo – El reloj y la formación del mundo moderno”. Se trata de un relato comparativo de la evolución de la humanidad y la necesidad que ha tenido de medir el tiempo. La coyuntura social, económica y política de cada momento en la historia ha precisado de una determinada manera de medir el tiempo. Los relojes eran los encargados de dar esa respuesta y debían evolucionar tecnológicamente para alcanzar la precisión que la sociedad del momento requería.

Si volvemos a la cuestión de la precisión que requería un reloj de finales del siglo XVIII, hay que remontarse a principios del mismo siglo, cuando el poder de las naciones iba parejo al dominio de los mares. La incorporación del continente americano a los mapas europeos y las necesidades del creciente comercio con Asia hacían del transporte marítimo el pilar del desarrollo económico y social del momento. Sin embargo, para dominar los mares se hacía preciso determinar la posición de los barcos en mitad del océano.

Esquema del tourbillon extraído de una patente.

Breguet Tourbillon nº 1176, el tercer reloj de bolsillo con regulación por tourbillon fabricado por Abraham-Louis Breguet.

La latitud y la longitud

Una coordenada, la latitud (la posición respecto al Polo Norte o el Polo Sur) era sencilla: se podía medir la inclinación del Sol respecto al horizonte marítimo al mediodía para determinarla. Obtener la otra coordenada, la longitud (la posición respeto al eje este-oeste), ya era más difícil. Para hacerlo había que recurrir a un complejo método astronómico —como el de las distancias lunares—, para el que se requería un almanaque náutico, complicados cálculos y observaciones exactas de diferentes cuerpos celestes que no siempre era posible realizar a bordo de un barco, o bien había que determinar la diferencia horaria entre nuestro puerto de referencia y la hora local del punto donde nos encontrábamos. Esa diferencia horaria, de atraso o adelanto, marcaría nuestra distancia al este o al oeste que, en definitiva, podríamos traducir en grados en una carta náutica. Para este último método era preciso un reloj con una desviación inferior a tres o cuatro segundos al mes.

Como bien se desprende del libro de David S. Landes, la necesidad de obtener esa precisión en un reloj —bastantes años antes del inicio de la Revolución Industrial— fue fruto de las necesidades sociales y geopolíticas del momento. A principios del siglo XVIII, Gran Bretaña sufrió los accidentes de cuatro de sus buques, con más de 2.000 víctimas, por errores de navegación, lo que motivó la promulgación de la “Ley de Longitud”, en 1714, por la que se ofrecía una compensación de 20.000 libras (unos 8 millones de euros actuales) a quien resolviera el problema de determinar la longitud con una precisión de medio grado. A pesar de que el premio no lo consiguió nadie de forma oficial, fue el relojero inglés John Harrison (Foulby 1693 – 1776) quien tuvo el reconocimiento oficioso —el gobierno británico le compensó con un total de 18.750 libras— de haber dado con la solución al problema. Sin embargo, todavía había un largo camino que recorrer en aras de lograr mayores cotas de precisión. Y ahí es donde entra el principal protagonista de nuestra historia.

Reloj Classique 5377, primer modelo de la colección Classique Tourbillon Extra-Plat, presentado en 2013.

Breguet frente a Newton

Abraham-Louis Breguet (Neuchâtel 1747 – París 1823) fundó en 1775, en “l’Ille de la Cité” (isla situada en París, en mitad del curso del río Sena, donde también se alza la catedral de Notre-Dame), la empresa desde donde desarrollaría un vasto legado sin el que no se comprendería la relojería moderna. De hecho, pocos avances conceptuales se han producido —bajo el prisma de un reloj tradicional suizo— que no hubieran sido desarrollados inicialmente por Breguet. Entre los inventos de Breguet está su célebre sistema de regulación de tourbillon.

Algunas fuentes datan el diseño de este sistema de regulación hacia 1795, si bien no es hasta el 26 de junio de 1801 cuando el Ministro del Interior francés Jean-Antoine Chaptal concede a Breguet la patente de su invención. No fue hasta 1805 cuando se comercializó el primer reloj con este sistema de regulación, y la presentación en sociedad se produjo en septiembre de 1806 en la Exposición Nacional de Productos para la Industria de París, celebrada en la Explanada de los Inválidos.

Como hemos mencionado, el órgano regulador de un reloj es el encargado de medir el tiempo. Más concretamente, dicho cometido recae en el conjunto volante/espiral, cuyo funcionamiento es similar al de un péndulo simple, donde la masa del péndulo sería el volante y la cuerda del péndulo sería la espiral. El movimiento de vaivén de un péndulo —y, por similitud, las oscilaciones de una espiral— se enmarca en lo que la física denomina como movimiento armónico simple. Una de las propiedades de este tipo de movimiento es que la duración de cada oscilación no depende de la fuerza que se aplica sobre la masa sino de la longitud del péndulo y su masa asociada. Dicho de otro modo, podemos tener un sistema capaz de realizar intervalos constantes de tiempo a partir de magnitudes físicas que podemos controlar con facilidad. No obstante, para que dichos intervalos de tiempo se mantengan constantes es necesario que el sistema se comporte de forma isócrona, es decir, que cada oscilación tenga la misma duración. En el caso de un conjunto volante/espiral, ello implica que su centro de giro coincida con su centro de gravedad, lo cual no se produce en un órgano regulador suizo tradicional con áncora y rueda de escape.

Para solventar este inconveniente, Breguet ideó colocar los elementos del sistema de regulación en una jaula, de modo que realizara una vuelta completa cada minuto. De esta forma se conseguía eliminar, por compensación, las desviaciones que se producen en las diferentes posiciones del centro de gravedad que tiene el sistema a medida que va girando sobre sí mismo.

Desde un punto de vista constructivo, la jaula del tourbillon se emplaza en lo que debería ser la rueda segunda o de segundos. Por ese motivo, el periodo de revolución de un tourbillon es de un minuto. La jaula del tourbillon es solidaria al piñón de la rueda de segundos —que engrana con el dentado de la rueda primera— mientras que el dentado de lo que sería la propia rueda de segundos es fijo. Sobre este dentado fijo es donde engrana el piñón de la rueda de escape.

El sistema, aunque efectivo, era laborioso y caro de construir. De hecho, Breguet sólo llegó a construir 35 relojes dotados de este singular sistema, de los que sobreviven, hoy en día, al menos diez ejemplares. En la ilustración se puede apreciar el tercer reloj de bolsillo que construyó con su sistema de regulación de tourbillon, en 1809, identificado con el número 1.176. Este ejemplar se puede ver en la Boutique y Museo de marca en París.

Modelo Tourbillon Extra-Plat 5377, de 2013.

Marine Tourbillon Équation Marchante 5887, de 2017.

Breguet Classique Tourbillon Extraplano

Hoy en día, el uso de nuevos materiales y tecnologías de construcción y el hecho de que los relojes se lleven en la muñeca, en constante movimiento, y no en un bolsillo, donde estaban largo tiempo en una posición estática, han relegado el uso de este sistema a una cuestión de saber hacer y de un dominio al alcance de pocas marcas del panorama relojero actual. Entre ellas, y como no podía ser de otro modo, está la propia firma Breguet, desde 1999 en manos del Grupo Swatch, que la ha convertido en su buque insignia en cuanto a piezas de alta relojería se refiere. Este dispositivo continúa inspirando a los maestros relojeros de la firma ubicada en la villa de Le Chenit, a unos 60 kilómetros al norte de Ginebra, en pleno Valle del Jura suizo, y está presente en una amplia gama de modelos de la marca.

Una prueba del saber hacer de Breguet se puede apreciar en la colección Classique Tourbillon Extraplano, equipada con el calibre de carga automática 581. Se trata de una verdadera reinvención del tourbillon, con la utilización de materiales innovadores como son el silicio, en la construcción de la espiral plana, o el titanio, en la elaboración de la jaula que contiene todo el sistema. Si una jaula del Tradition 7047 tiene un peso total de 0,69 gramos, el de la jaula del 581 es de tan solo 0,29 gramos. El conjunto volante/espiral del calibre 581 late a unas rápidas y contemporáneas 28.800 alternancias por hora, es decir, la espiral oscila con una frecuencia de 4 Hz. El áncora tiene una nueva arquitectura, en la que desaparece la palanca y los cuernos se han realizado en silicio. La rueda de escape se ha realizado también en silicio y cuenta con una nueva geometría.

Esta colección se presentó por primera vez en 2013 con el Classique 5377, un modelo que incorpora todos los códigos estéticos de la firma: esfera con decoración guilloché; agujas tipo Breguet, con su característico círculo en el extremo y realizadas, habitualmente, en acero azulado; asas con pasadores atornillados, y el canto de la carrura acanalado. En 2017 se presentó el Marine Tourbillon Equation 5887, con su diseño náutico que rendía homenaje a la figura de Breguet como relojero de la Marina Real Francesa. Este modelo añadía a la complicación del tourbillon una ecuación del tiempo y un calendario perpetuo. En 2018 la colección se ampliaba con el Classique 5367, que destaca por la singular estética que le confiere su esfera esmaltada mediante la técnica de Grand Feu. 2019 ha sido el año de la presentación del modelo Classique Tourbillon Extra-Plat Squelette 5395, en el que Breguet ha sacado a relucir el dominio que posee de la decoración, ya que combina las técnicas del guilloché, el grabado y el esmaltado.

Classique Tourbillon Extra-Plat 5367, de 2018.

Classique Tourbillon Exta-Plat Squelette 5395, de 2019.

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