En 1904, Cartier revolucionó la relojería moderna con el modelo de pulsera que Louis Cartier regaló a su amigo aviador Santos-Dumont para que pudiera consultar la información horaria durante sus vuelos sin tener abandonar en ningún momento los mandos de su dirigible.
Aunque debían pasar aún bastantes años -y una Guerra Mundial- para que la idea de llevar el reloj fijado en la muñeca cuajara definitivamente entre la clientela masculina, Cartier comprendió muy pronto la importancia de su creación, y consagró los primeros años del siglo XX a adaptar las características del clásico reloj de bolsillo a las necesidades de un reloj de pulsera.
En 1917, la firma francesa culminaba un largo proceso de reflexión sobre las posibilidades formales de un reloj de pulsera con la creación del modelo Tank, que supuso, en cierto modo, el punto de partida del diseño moderno en las manufacturas relojeras. Con sus asas integradas en la caja, el Tank permitía una forma cuadrada o rectangular. Su diseño -y de ahí que Louis Cartier le pusiera este nombre- hacía pensar en un carro de combate visto desde arriba, en el que las angarillas serían las orugas y la caja, el habitáculo.

El actor Clark Gable luciendo un Tank.
Hay que tener en cuenta que nos encontramos al final de la Primera Guerra Mundial. De hecho, el mismo Cartier obsequió el prototipo del Tank al general John J. Pershing, comandante de la Fuerza Expedicionaria Estadounidense en Europa. Integrando las asas en la caja como una prolongación del brazalete, Cartier lograba un reloj de líneas rigurosas. Su fuerza radicaba en la rotura con un cierto manierismo que imperaba en el diseño de guardatiempos, presagiando un cambio de tendencia hacia formas más puras.
El Tank “Normale”
Aunque fue diseñado en 1917, hubo que esperar dos años para ver el lanzamiento del primer Tank. Dotado de un movimiento automático de nueve líneas, el que acabaría conociéndose como Tank “Normale” tenía la caja cuadrada, y contaba con todos los elementos visuales que acabarían configurando la imagen del modelo a lo largo de la historia: esfera blanca con numerales romanos y una escala de minutos tipo chemin de fer en el interior, agujas azuladas y una corona decorada con un cabujón de zafiro.
El éxito del Tank fue inmediato: entre mediados de noviembre y finales de diciembre de 1919 se inscribieron seis ejemplares el inventario de la marca. El 17 de enero ya estaban todos vendidos. Poco después, la marca realizó una versión del reloj dotada de un engaste de diamantes en el bisel. Sólo dos años después, Cartier lanzó el Tank Cintrée, que representaba una pequeña revolución formal respecto a su predecesor. La caja de este nuevo modelo tomaba una forma rectangular y -seguramente lo más destacable- tenía el fondo ligeramente curvo para adaptarse a la redondez de la muñeca.
Con el Tank Chinoise, en cambio, la firma optó otra vez por la forma cuadrada. Creado en 1922, el reloj era un fiel reflejo del influjo que la cultura oriental tenía en el arte europeo del momento, pues se inspiraba en las formas de los templos chinos. Las barras horizontales se sobreponían ligeramente respecto a las angarillas, creando un juego que recuerda a los pilares y dinteles de la arquitectura oriental.
En cambio, ese mismo año, con el Tank Louis Cartier -obviamente dedicado al creador del Tank- la firma no sólo volvió a la forma rectangular, sino que también renunció parcialmente a la rigurosidad de las líneas rectas que había caracterizado a los modelos anteriores. En el Louis Cartier, los ángulos se suavizaban y las asas se redondeaban. Paralelamente, los lados horizontales del rectángulo quedaban reducidos a la mínima expresión, con lo que las líneas verticales ganaban fuerza.

Tank Cintrée (1921).
Tanks de vanguardia
El periodo de finales de los años ‘20 y principios de los ‘30 vio el lanzamiento de algunos de los modelos más rompedores y alejados de los cánones de la colección, fruto, sin duda, de una capacidad ilimitada de la manufactura para la introducción de nuevas formas y complicaciones. El primero de ellos, creado en 1928, fue el Tank à Guichets, que debe su peculiar imagen a la introducción de la complicación relojera de las horas saltantes, la cual simboliza como ninguna otra el gusto por la modernidad.
El resultado es un reloj que sustituye la esfera por una placa de oro cepillado con dos modestas ventanas (la horaria, a las 12 h, y la de minutos, a las 6 h). Además, algunos de los modelos del Tank à Guichets reemplazaron la tradicional corona con cabujón de zafiro de las 3 h por otra plana y estrictamente funcional, situada a las 12 h. Por su imagen compacta y metálica, se puede decir, quizá, que este Tank à Guichets es el más tanque de los Tanks.
En 1932, la firma volvió a innovar con una pieza que podríamos llamar revolucionaria si no fuera por la existencia del Reverso de Jaeger, que había sido creado meses antes. Como el reloj de Edmond Jaeger (gran amigo y, a menudo, colaborador de Louis Cartier, lo que explica la coincidencia), el Tank Basculante fue diseñado de modo que la esfera pudiera quedar escondida durante la realización de actividades peligrosas (como la práctica deportiva). Así, la caja de este Tank estaba formada por una carcasa exterior y dos piezas móviles: un marco metálico que se abría como la tapa de una caja, y el reloj propiamente dicho, que pivotaba longitudinalmente sobre el marco, de modo que podía mostrar la esfera o el fondo a elección del portador (a diferencia del invento de Jaeger, que gira sobre el eje vertical). El complejo sistema, formado a base de formas encajadas, muestra el savoir-faire y el buen momento de la marca en este momento histórico.
Su atrevimiento formal se confirmaría, en 1936, con la creación del Tank Aymétrique, que revolucionaba los códigos visuales de los relojes anteriores. En esta ocasión, la caja del reloj no formaba un cuadrado ni un rectángulo, sino un romboide, lo que hacía que toda la escala esfera rotase 45% en el sentido horario. De ese modo, el numeral arábigo de las 12 h se situaba en el ángulo superior derecho, el de las 6 h, en el inferior izquierdo, y así sucesivamente. En 1936, este vanguardista modelo se reeditaría bajo el nombre de “Tank
Oblique”.
Reloj de famosos
Durante los años ‘40, el Cartier Tank afianzó su gran popularidad entre artistas, escritores y estrellas de cine (aunque años antes ya lo habían lucido personajes de la talla de Rodolfo Valentino, Fred Astaire y Duke Ellington) y era considerado todo un signo de distinción.
Sin embargo, debemos ir hasta la década siguiente para descubrir nuevas evoluciones del mismo. En 1952, Cartier creó el Tank Rectangle (Modèle Épais), que significaba, en cierto modo, una vuelta a las formas clásicas y al espíritu original del reloj (recuperaba, por ejemplo, los numerales arábigos y el chemin de fer de la esfera, así como el cabujón de zafiro de la corona).
El modelo volvería a estilizarse en 1960 con el Tank Allongée. Su caja recordaba a la del histórico Louis Cartier, aunque era mucho más larga y estrecha. Durante los años sesenta, además, la firma renovaba su línea de relojes femeninos con la introducción de cajas más pequeñas y, a menudo, decoradas con un engaste de diamantes en las angarillas. El Mini Tank Louis Cartier es un ejemplo de ello.

Tank Louis Cartier (1922).
Durante la década siguiente, Cartier dotó a su colección relojera de una imagen más moderna. Una vez más, el modelo Louis Cartier fue el más revisitado: la manufactura lanzó varios modelos en oro macizo con correas de piel en 1972, y, cinco años después, dentro de la línea Must de Cartier, volvió a aparecer con una elegante esfera sin índices ni numerales, pero vestida de colores que remitían a los materiales preciosos utilizados en la joyería, desde el ónice hasta el granate, pasando por el coral, el marfil, el lapislázuli o el carey.
Sin duda, una de las piezas más significativas de la colección en las últimas décadas es el Tank Américaine, lanzado en 1989 después de dos años de diseño. El reloj estaba inspirado en uno de los primeros Tank, el llamado Cintrée, del cual tomaba la curvatura del fondo. Sin embargo, el nuevo modelo contaba con una caja más compacta y las angarillas ligeramente redondeadas.
Además de ser el primer reloj Cartier con caja redondeada y hermética, el Tank Américaine representaba una muestra de la madurez estilística de la manufactura, con su equilibrio entre líneas rectas y curvas, delicadeza y severidad, ángulos y redondeces. Todo ello hizo que se convirtiera rápidamente en un clásico, a la altura de las grandes piezas históricas de la colección. En 1996, el Tank Française recuperaba los elementos visuales característicos de los primeros relojes de la colección, como la minutería tipo chemin de fer o los estilizados numerales romanos, por no hablar de la clásica corona decorada con un cabujón de zafiro. Una vez más, el fondo del reloj se arqueaba ligeramente para adaptarse a la forma de la muñeca, a la cual se fijaba con un armis cuyo diseño evocaba las orugas de un carro de combate (naturalmente, un guiño a la característica forma de tanque que dio nombre a la colección).
Con la llegada del nuevo siglo, llegaron también nuevos modelos que descubrían nuevas posibilidades estéticas a partir de la forma original. El Tank Divan, de 2002, por ejemplo, situaba el característico rectángulo en posición horizontal, aun respetando los códigos visuales de la colección (agujas en forma de espada, numerales romanos, chemin de fer y cabujón de zafiro, sin ir más lejos). Para adaptarse a la nueva forma, los números estiraban y la correa se hacía mucho más ancha, dotando al reloj de un punto original, aun manteniéndose dentro de los cánones del clasicismo.
No se puede decir lo mismo de alguna de las novedade presentadas por la manufactura este mismo año, en el que ha vuelto a recurrir a una de sus colecciones más icónicas. Como su nombre indica, el Tank Folle supone una pequeña locura de los diseñadores de Cartier, que han deformado el Tank com si hubiera recibido un fuerte golpe lateral (dando rienda suelta a su imaginación, como ya habían hecho en los años sesenta con el extravagante Crash). En consecuencia, también los numerales romanos y la característica minutería de ferrocarril aparecen deformados. Cartier ha lanzado una edición limitada a 200 ejemplares de este modelo, que se presenta con la caja totalmente recubierta de diamantes.

Tank Folle(2012).
Mucho más contenido y clásico es el Tank Anglaise, aunque aporta importantes novedades de diseño respecto a sus predecesores. La más significativa, sin duda, es la corona integrada en el bisel -del que sobresale a través de una abertura-, una solución que recuerda a otra de las piezas icónicas de la marca: el Balon Bleu. También destacan las líneas mucho más redondas de la caja y los eslabones del armis, así como el guilloché de la esfera, que aporta un toque extra de elegancia al modelo. De hecho, para encontrar un Tank realmente clásico entre las novedades de Cartier debemos fijarnos en el Louis Cartier XL Extra-Plate, un reloj que traslada todos los elementos del Louis Cartier Original a una caja más grande y extraplana, como corresponde a los gustos del cliente actual.
Con la presente colección, la manufactura Cartier no sólo demuestra la vigencia de un reloj creado en 1917, sino también las posibilidades ilimitadas de un diseño que ha ido renovándose a lo largo de casi un siglo. Esta pieza icónica, imprescindible para comprender la historia de la relojería moderna, continúa siendo hoy uno de los modelos más exitosos de la marca francesa, y seguramente seguiremos viéndola durante muchos años, luciendo en las muñecas más distinguidas, puesto que se ha convertido en algo más que un reloj. Como escribió una vez el diseñador marroquí Jean-Charles de Castelbajac, “si todos los tanques fueran fabricados por Cartier, tendríamos tiempo para vivir en paz”.
Esta artículo ha sido publicado en el número 40 de la revista Máquinas del Tiempo


