CHOPARD ALPINE EAGLE
EL VUELO DEL ÁGUILA
Por Ernest Valls

Chopard acaba de presentar la nueva colección Alpine Eagle, inspirada en su modelo St. Moritz, de 1980. En una sutil combinación entre la elegancia y el “sport”, esta colección está llamada a convertirse en un referente de los relojes deportivos de lujo contemporáneos. Además de la relojera, el Alpine Eagle tiene también otra historia que contar, relacionada con el compromiso medioambiental de Chopard.
Desde que en 1963 la familia Scheufele adquiriere la manufactura Chopard, la firma ginebrina ha logrado, sin prisas pero sin pausas, hacerse con un hueco sin precedentes en la historia reciente de la relojería moderna. La receta es tan obvia que sorprende su excepcionalidad: una auténtica pasión por la relojería —y la joyería—, una clara visión estratégica del negocio del lujo y una flexibilidad acorde a las necesidades de cada momento. Estos han sido los pilares que han situado a Chopard como una de las marcas independientes —sigue en manos de la familia Scheufele, de la cual se ha incorporado ya la tercera generación— más sólidas y versátiles del panorama relojero actual.
La pasión por la relojería se palpa en todos los modelos que conforman las colecciones de la marca. Relojes con personalidad y reconocibles estéticamente, que van desde sencillos modelos clásicos sólo hora hasta impresionantes complicaciones para los coleccionistas más exigentes. Alianzas estratégicas —con el Festival Internacional de Cine de Cannes a la cabeza, o con eventos relacionados con el mundo automovilístico de señorío, como la Mille Miglia italiana o el Grand Prix de Monaco Historique— han aportado modelos comerciales que afianzan el músculo financiero necesario para que la marca pueda encauzar su propio camino. El mundo actual de la relojería, y más concretamente, de la alta relojería, precisa de gran flexibilidad y adaptación a las necesidades que el mercado y el entorno van creando en cada momento. La organización productiva vertical que ha conseguido es la base de esta flexibilidad. Desde la creación, en 1996, de Chopard Manufacture, en Fleurier, para la fabricación de los movimientos de alta gama L.U.C, hasta la puesta en marcha, en 2008, de Fleurier Ebauches con el objetivo de asegurarse la producción industrial de los movimientos mecánicos de sus otras colecciones, pasando por los talleres de Meyrin, Chopard puede presumir de tener todo el proceso productivo de sus colecciones en sus manos.

Imagen de la esfera del Alpine Eagle 41 mm, en la que podemos apreciar la textura rugosa que recuerda al iris del águila.
Una historia que contar
Todo objeto cobra otra dimensión cuando, por sí mismo, tiene una historia que contar. Ese es el caso del Alpine Eagle.
El Alpine Eagle bebe, entre otras fuentes de inspiración, del modelo St. Moritz, de 1980, como bien habrán apreciado los conocedores de la marca. Este modelo fue el proyecto iniciático del actual copresidente de Chopard, Karl-Friedrich Scheufele, cuando apenas tenía 22 años. No sólo fue el primer modelo deportivo de la firma ginebrina, sino que, además, fue el primer reloj de acero fabricado en sus talleres, puesto que en esa época Chopard era especialista en relojes de oro y en su combinación con diamantes. El St. Moritz reflejaba el ambiente exclusivo de esta pequeña población alpina del sureste de Suiza, sede en dos ocasiones de los Juegos Olímpicos de invierno y lugar de reunión de la jet set internacional para la práctica del esquí y del golf. Seguramente los aficionados a la relojería también verán, en su estética, un aire de los diseños que Gérald Genta encumbró en la década de los 70’s. Todos ellos, relojes de alta gama, con marcado aire deportivo y realizados en acero —algunos, con el brazalete también de acero e integrado a la caja— que se han convertido en todo un referente de la historia relojera contemporánea.
El Alpine Eagle se gesta en una confabulación familiar, como si de un déjà vu se tratara, con la incorporación de un salto generacional. Karl-Fritz Scheufele, hijo de Karl-Friedrich Scheufele, con la connivencia de su abuelo, Karl Scheufele, ha sido quien ha instigado a su padre a realizar una actualización del St. Moritz. En esta ocasión, la fuente de inspiración ha sido tanto la pasión por los montes alpinos como el principio de armonía del célebre arquitecto funcionalista estadounidense Louis Henry Sullivan (1856-1924), de la Escuela de Chicago, quien acuñó la célebre frase “form follows function”: la forma sigue a la función.
Pero el Alpine Eagle no sólo tiene una historia relojera que contar, también sirve de excusa para una iniciativa medioambiental y ecorresponsable, en la que Chopard está muy implicada. A principios de este siglo, Karl-Friedrich Scheufele se unió a la iniciativa “Action Alp”, lanzada en 1990 por el Príncipe Sadruddin Aga Khan (1933-2003), diplomático francés residente en Suiza, en pro de un desarrollo turístico sostenible y la protección del ecosistema de montaña. Con la colección Alpine Eagle —con rasgos estéticos marcados por la influencia de la naturaleza alpina—, Karl-Friedrich Scheufele ha dado un paso más, puesto que la ha asociado a la organización “Eagle Wings”, de la que Chopard es socio fundador: un proyecto medioambiental innovador y multidisciplinar destinado a sensibilizar y a movilizar al público sobre la importancia, la belleza y la fragilidad de los biotopos alpinos. El primer proyecto de esta fundación, denominado “Alpine Eagle Race”, consiste en filmar los paisajes alpinos mediante cámaras adosadas a un águila que se lanzará desde cinco cumbres míticas de los Alpes: el Zugspitze, en Alemania; el Dachstein, en Austria; La Marmolada, en Italia; l’Aiguille du Midi, en Francia, y el Piz Corvatsch, en Suiza. La carrera finalizará en St. Moritz, un homenaje a la creación que ha inspirado el Alpine Eagle.




Detalles del reloj realizado con “Lucent Steel A223”, que garantiza un brillo y una luminosidad comparables al oro.
Acero con brillo diamantino
La caja del Alpine Eagle está realizada en “Lucent Steel A223”. Se trata de un acero con unas propiedades que encajan perfectamente con un guardatiempo de alta gama y nada tiene que envidiar a cualquier metal noble. Su particular proceso de refundición consigue que tenga una estructura cristalina, con una gran homogeneidad y prácticamente carente de impurezas. Este bajo nivel de impurezas respecto a un acero clásico le garantiza un brillo y una luminosidad comparables a los del oro. Además, gracias a esta composición tiene unas propiedades similares a las del acero quirúrgico, que lo hacen altamente dermocompatible. Para finalizar, su resistencia de 223 Vickers —de ahí su denominación— le proporciona un 50% más de resistencia a la abrasión que los aceros clásicos. La industrialización de esta nueva aleación, que ha precisado de cuatro años de investigación y desarrollo, ha supuesto un auténtico desafío para la Manufactura Chopard.
La caja tiene una estructura tipo sándwich, con cuatro elementos. Los acabados de las superficies combinan el satinado con trazos verticales y el pulido a espejo de los chaflanes. Debido a esta alternancia de acabados y al particular brillo del Lucent Steel A223, se crean juegos de luz no vistos en relojes de acero.
Los cuatro elementos constructivos de la caja se sujetan entre sí gracias a ocho tornillos pasantes, situados en grupos de dos de forma cardinal, que garantizan la estanqueidad del conjunto hasta 100 metros. Las cabezas de los tornillos, visibles en el bisel, tienen su ranura en línea tangente con la esfera, un aspecto que no sólo crea una armonía visual sino que muestra hasta qué punto Chopard ha cuidado los más mínimos detalles de este modelo. Entre el bisel y la carrura se ajusta un aro que incorpora el protector de corona, a las tres horas, y una respuesta simétrica a las nueve horas. La corona, toda ella con un acabado pulido, presenta un contorno de grandes ranuras. En su frontal se aprecia el grabado de una rosa de los vientos, herramienta imprescindible de los aventureros para encontrar su rumbo, que ahora se convierte en la alegoría de las águilas, que saben escoger la buena dirección de su destino. El fondo, plano, incorpora un cristal de zafiro transparente que permite admirar el calibre que late en el interior.
El Alpine Eagle tiene un brazalete integrado a la carrura, cuya anchura disminuye a medida que se aleja de ésta. Está formado por eslabones con forma de lingote, perfectamente biselados y con un acabado satinado de trazos verticales. En su parte frontal, cada lingote presenta un rebaje, en el que se aloja una pieza de remate en relieve y con un acabado pulido a espejo.
Todas las piezas que componen la caja y el brazalete se han realizado en los talleres que Chopard tiene en la localidad ginebrina de Meyrin.

Reverso del Alpine Eagle 41 mm, con un fondo transparente de cristal de zafiro que permite admirar el calibre.
El iris del águila
La esfera del Alpine Eagle presenta una singular textura, rugosa como una roca, que recuerda al iris del águila. Hay cuatro tipos de esfera para los diez modelos que conforman la colección, y todas ellas poseen un color inspirado en puntos geográficos singulares de los Alpes. El azul galvánico remite al glaciar Aletsch, el más grande de los Alpes. El gris galvánico, al monte Piz Bernina, el más alto de los Alpes orientales. La esfera gris de nácar de Tahití, al Lago Sils, el más grande de la Engadina, el valle del cantón de los Grisones, donde se encuentra la comuna de St. Moritz. Los modelos blancos de nácar, finalmente, se inspiran en los colores y reflejos de la escarcha alpina.
La esfera presenta numerales romanos para las horas cardinales e índices de tipo bastón para el resto. Están realizados en acero, con un acabado rodiado, y aplicados sobre la esfera. En su zona central están recubiertos de material luminiscente Super-LumiNova de grado X1, que en condiciones de baja luminosidad ambiente ofrece un reflejo verdoso. En la versión de 41 milímetros de diámetro, una ventana situada entre las cuatro y las cinco horas permite ver el disco con la indicación de la fecha.
El Alpine Eagle tiene tres agujas centrales, de horas, minutos y segundos. Las de horas y minutos presentan una forma recta, con un marcado bisel en los lados. Su zona central está rellena de material luminiscente, al igual que los índices horarios. La aguja de los segundos es un fino estilete con un contrapeso que se asemeja a la pluma de un águila.
La esfera está rematada por un bisel interior que incorpora una minutería simple, con índices cuadrados, recubiertos de material luminiscente, a la altura de cada una de las indicaciones horarias.

Imagen del calibre de manufactura 01.0-C que incorpora el modelo de 41 milímetros de diámetro.
Movimientos manufactura con COSC
Como no podía ser de otro modo, la nueva colección Alpine Eagle incorpora dos calibres manufactura que, además, han sido certificados por el Control Oficial Suizo de Cronometría, más conocido por sus siglas COSC.
El modelo de 41 milímetros de diámetro incorpora el calibre 01.0-C, realizado en Fleurier Ébauches. Es un movimiento de cuerda automática con rotor central y una reserva de marcha de hasta 60 horas. Está compuesto por un total de 207 piezas e incorpora 31 rubíes. El conjunto volante/espiral late a unas rápidas y contemporáneas 28.800 alternancias por hora, que equivalen a una frecuencia de 4 Hz. El ajuste de la variación de marcha se realiza actuando directamente sobre la raqueta. El calibre incorpora un sistema de protección contra los golpes de tipo Kif para los pivotes del eje del volante.
El modelo de 36 milímetros de diámetro, por su parte, incorpora el calibre 09.01-C, realizado también en Fleurier Ébauches. Es un movimiento de cuerda automática con rotor central y una reserva de marcha de hasta 42 horas. Está compuesto por un total de 159 piezas e incorpora 27 rubíes. El conjunto volante/espiral late a 25.200 alternancias por hora, que equivalen a una frecuencia de 3,5 Hz. El ajuste de la variación de marcha se realiza mediante un tornillo excéntrico que actúa sobre la raqueta. El calibre incorpora un sistema de protección contra los golpes, también de tipo Kif para los pivotes del eje del volante. Con un diámetro de 20,4 milímetros, es uno de los calibres más pequeños en recibir el certificado de cronometría del COSC.

Modelo de 41 mm con caja, bisel y brazalete de acero y oro ético de 18 K y esfera gris pizarra.

Modelo de 36 mm en oro rosa ético de 18 K, bisel y brazalete engastados de diamantes y esfera de nácar gris.
Diez modelos para empezar
La colección Alpine Eagle se presenta en dos tamaños diferentes: una versión con un diámetro de 41 mm y un grosor de 9,7 mm, y otra versión con un diámetro de 36 mm y un grosor de 8,4 mm.
La versión de 41 milímetros dispone de tres modelos: dos en caja de acero, con esfera azul o gris, y un tercero con caja de acero y oro ético rosa de 18 quilates, y con la esfera gris pizarra.
De la versión de 36 milímetros se han presentado siete modelos: un modelo en acero con esfera azul, y seis más que combinan bien los diamantes o bien el oro, o bien oro y diamantes, con esferas de nácar blanco o color gris pizarra. El modelo top es el realizado en oro ético rosa de 18 quilates, con el bisel y el brazalete engastados de diamantes.
La gama de precios oscila desde los 9.530 € de la versión de acero para el modelo de 41 milímetros, hasta los 42.800 € de la versión top de 36 milímetros.
