La gran mayoría de evoluciones e innovaciones en el campo de la relojería se centran, en primer lugar, en la mejora de las prestaciones cronométricas; luego, en la combinación de varias complicaciones en un mismo reloj; y, por último, en modificaciones estéticas que conllevan un diseño específico del movimiento, ya sea para reducir una de sus dimensiones -como sucede con los calibres ultraplanos- o bien para aumentarla -caso de los calibres tridimensionales.
Lo que casi siempre permanece sin cambios es la forma de visualizar la hora: mediante agujas o con discos saltantes; dos soluciones que, desde un punto de vista mecánico, se basan en el mismo sistema de ruedas arrastradas por el cañón de minutos. Sin embargo, por suerte para los amantes de los guardatiempos exclusivos, hay otras formas de mostrar la hora que van más allá del uso de manecillas e incorporan soluciones técnicas inéditas. Algunas de ellas, incluso puede considerarse que están en las antípodas de la relojería mecánica tradicional.
En este número hemos reunido dos ejemplos de horas singulares: por una parte, el H1 de HYT, en el que se mezclan la hidráulica y la mecánica relojera; y, por otra, el Opus XII de Harry Winston, que respeta la ubicación habitual de las indicaciones horarias pero las “traslada” a un movimiento copernicano.
HYT H1: mecánica tradicional y de fluidos
Fundada por Patrick Berdoz, Emmanuel Savioz y Lucien Vouillamoz, y dirigida actualmente por Vincent Perriard, HYT debutó con el sorprendente modelo H1, en el que se fusionan, como hemos comentado, dos campos que nadie habría podido imaginar ver juntos en un guardatiempo: la hidráulica y la mecánica relojera. La idea parte de Lucien Vouillamoz, un hombre de formación ecléctica -desde la ingeniería nuclear y termodinámica hasta la teología, pasando por el periodismo o la consultoría de automóviles- quien en 2002 se obsesionó con la idea diseñar un reloj de pulsera de agua.
No es una novedad el uso del agua para medir el tiempo; basta con remontarse a las clepsidras del siglo XVI aC, que funcionaban con la energía de la gravedad. En este caso, Lucien tenía que hacer frente a dos retos: encontrar una fuente de energía alternativa, y que además pudiera ubicarse en el reducido espacio de un reloj de pulsera. El resultado de su obsesión es el H1. El singular mecanismo que da vida al reloj está compuesto de dos sistemas claramente diferenciados que fueron desarrollados por dos equipos independientes, dirigidos y coordinados por Bruno Moutarlier: la parte mecánica, como es lógico, se encarga del cómputo del tiempo y de la visualización de los minutos horarios; por su parte, la parte hidráulica complementa la medición del tiempo con la visualización
de las horas de forma retrógrada.
En la zona superior del H1 encontramos el dispositivo mecánico que lo hace funcionar. Su desarrollo ha sido responsabilidad de la firma Chronode, al frente de la cual está Jean-François Mojon. Se trata de un movimiento de carga manual dotado de 35 rubíes, con una frecuencia de oscilación de 4 Hz (28.800 alternancias por hora); su único barrilete le proporciona unas generosas 65 horas de reserva de marcha. A través del fondo transparente se puede apreciar no sólo la robustez del diseño sino también la cuidada disposición de cada uno de los elementos. Destaca el puente del volante, en forma de arco troquelado, con dos puntos de apoyo. El esqueleteado está también presente en los demás
puentes. Todas las partes visibles están finamente decoradas a mano con un acabado de Côtes de Genève y contornos biselados.
La parte frontal presenta una marcada simetría que tiene su punto central a las doce horas, en el regulador de minutos. Situada entre las nueve y las diez horas, una rueda -como la que pudiera utilizarse en una clepsidra- se encarga de la indicación de los segundos, aunque más bien se trata de una manera de visualizar que el reloj está en funcionamiento. En el lado opuesto, entre las dos y las tres, se deja entrever una esfera sobre la que se indica la reserva de marcha.
Sébastien Perret ha sido el encargado de realizar este agresivo diseño tridimensional. Está encapsulado en una caja de generoso tamaño -48,8 milímetros de diámetro y 17,9 mm de grosor- que, sin embargo, sorprende por su buena adaptación a la muñeca y por la ligereza que le confiere su construcción en titanio. No cabe duda que la parte más atractiva del reloj reside en la visualización retrógrada de las horas mediante un capilar hidráulico. El desarrollo de este sistema ha recaído en Preciflex, empresa hermana de HYT, y ha contado la supervisión del propio Lucien Vouillamoz.
El sistema hidráulico, situado en la parte inferior y visible a través del cristal, se compone de dos fuelles, ambos llenos de fluido: el situado a la izquierda es fluorescente, mientras que el situado a la derecha es transparente. Cuando el reloj marca las seis horas, el fuelle izquierdo está completamente expandido, mientras que el derecho está completamente comprimido. El rodaje del reloj actúa sobre un conjunto de levas situado en la parte superior de cada fuelle. Dichas levas empujan sendos pistones, que finalmente son los encargados de actuar sobre los fuelles. A medida que pasa el tiempo, el primer fuelle se irá comprimiendo, desplazando a su vez el líquido fluorescente por el capilar. A su vez, el fuelle situado a la derecha se expandirá para dar cabida al líquido transparente procedente del capilar.
No son pocas las soluciones que hubo que poner en práctica para lograr un correcto funcionamiento del sistema y que el nexo de unión entre ambos mundos, el hidráulico y el mecánico, respondiera a las necesidades de uso. Por una parte, era necesario encontrar un líquido homogéneo en textura y color, capaz de soportar variaciones de temperatura sin alterar sus propiedades. Por otra, había que diseñar un circuito resistente a los golpes y a las vibraciones. Estas necesidades llevaron al desarrollo de varias innovaciones, que hasta el momento se traducen en siete patentes para la tecnología y otra para el diseño.
Los fuelles están construidos en una aleación especial, y se inspiran en los sensores utilizados en la industria aeroespacial. Su especial diseño los hace flexibles y resistentes, a la vez que disminuye la cantidad de energía necesaria para moverlos. Asimismo, permite absorber los golpes que pueda recibir el reloj. El sistema de puesta en hora, por su parte, ha requerido de un diseño especial para evitar que los líquidos se desplacen por el capilar y una velocidad excesiva.
Con su H1 y sus posteriores evoluciones, HYT ha aportado una interesante forma de visualizar el paso del tiempo, que denota la especial sensibilidad de sus creadores a la hora de buscar innovaciones más allá de la tradicional mecánica relojera.
Opus XII de Harry Winston: un torbellino en las horas
Cuando escuchamos el nombre de Harry Winston, es probable que nos venga en mente la ciudad de Nueva York, los diseños art déco, los diamantes y las joyas que engalanan las estrellas de Hollywood. Es normal, la trayectoria relojera de esta marca se inició solamente en 1989, aunque lo hizo por la puerta grande: su primer desarrollo fue un calendario perpetuo con la indicación retrógrada de la fecha y el día de la semana. El reloj fue concebido por Jean-Marc Wiederrecht en colaboración con Roger Dubuis, a partir de un calibre Frédéric Piguet.
Sin embargo, la colección Opus de Harry Winston se ha convertido en una referencia en la industria relojera y ha hecho entrar a la firma neoyorquina, por derecho propio, en el selecto club de la Alta Relojería, al tiempo que ha sido un espacio de creación sin límites ni ideas preconcebidas para el lucimiento de aventajados relojeros de candente actualidad. La particularidad de esta colección radica en que cada modelo ha sido ideado por un relojero excepcional.
Nombres tan vanguardistas como F.P. Journe, Antoine Preziuso, Christophe Claret o la pareja formada por Greubel y Forsey han dejado su impronta para la marca. El Opus XII es una creación del relojero francés Emmanuel Bouchet, realizada en colaboración con el diseñador Augustin Nussbaum. Emmanuel Bouchet se formó como relojero reparador en la población francesa de Morteau. Sus inicios profesionales corren paralelos al negocio familiar regentado por su padre, donde se especializó en la reparación de relojes y en la restauración de péndulos antiguos para los museos nacionales franceses.
Tras su paso por el negocio familiar, en 1999 inició una nueva aventura en Suiza, donde trabajó para prestigiosas manufacturas relojeras y se adentró en el desarrollo de calibres y módulos de complicaciones relojeras, tales como movimientos extraplanos, calendarios perpetuos o tourbillones. En 2008, formó parte del equipo fundador de Centagora, una sociedad localizada en la comuna suiza de Les Geneveys-sur-Coffrane que pone a disposición de la industria relojera su competencia y experiencia de savoir-faire relojero.
El Opus XII se define como un reloj inspirado en la concepción copernicana de que la tierra gira alrededor del sol, además de girar sobre sí misma. En este guardatiempo la información horaria no fluye del centro hacia el exterior, como en un reloj de agujas centrales tradicional, sino que lo hace desde el exterior de la esfera hacia el centro. De ahí viene el símil con la teoría heliocéntrica de Copérnico: las horas y minutos giran alrededor del centro del reloj. Pero existe otro guiño con el universo copernicano, ya que horas y minutos giran sobre sí en alegórica simetría al movimiento de rotación de la Tierra.
El paso del tiempo se convierte, en el Opus XII, en toda una sinfonía visual de cambio de estado cada cinco minutos, en contraste con la visión lineal del recorrido de las agujas sobre la esfera del reloj. El Opus XII ofrece una indicación de horas y minutos nunca vista hasta la fecha. Donde deberían estar los índices horarios se sitúan dos agujas planas y esqueleteadas que comparten un mismo eje de giro y apuntan hacia el centro de la esfera. Cada conjunto se compone de una aguja corta, señalizadora de las horas, y de una aguja larga, que indica periodos de cinco minutos. Además, cada aguja tiene dos posiciones: el anverso es de color azul, mientras que el reverso se presentade color gris en señal de neutralidad.
La aguja de los pasos de cinco minutos gira sobre sí misma, mientras que la de las horas realiza un movimiento de traslación sobre la anterior para aparecer frente a ella u ocultarse detrás, según sea el caso. En el centro de la esfera hay una aguja retrógrada que se mueve sobre una escala de cinco minutos. Al llegar al final de la escala se produce un doble movimiento de las indicaciones de cinco minutos. La aguja que mostraba su lado azul gira sobre sí misma para mostrar su cara gris, mientras que la siguiente, que mostraba su lado gris, pasa a mostrar su cara azul.
Sin embargo, la verdadera sinfonía de movimientos se produce con el cambio de hora. En ese momento, las agujas de las horas inician su giro de traslación de 360° alrededor de la aguja de los minutos, apareciendo por un instante el color azulado para luego desaparecer nuevamente. El movimiento se repetirá a lo largo de toda la esfera hasta detenerse a la hora señalada. La animación dura aproximadamente unos seis segundos. La velocidad de la rotación está controlada por un escape que produce un efecto sonoro cautivador y a su vez requiere más energía que el clásico volante espiral. Por este motivo, el calibre incorpora dos barriletes independientes, uno para el movimiento de las agujas y otro para rodaje horario, que le proporcionan una reserva de marcha de hasta 45 horas.
La zona central, además del sector con la indicación retrógrada de cinco minutos, incorpora la indicación de reserva de marcha, así como un segundero. La caja, realizada en oro blanco pulido, tiene un diámetro de 46 milímetros. La estética del reloj mantiene las señas de identidad de Harry Winston, que se manifiestan en los tres arcos frente a la zona de la correa, motivo que se repite a las nueve y a las tres horas. En el bisel, a la altura del conjunto de agujas, se puede leer el nombre de la marca, que curiosamente contiene doce letras, la misma división horaria del reloj.
Este artículo ha sido publicado en el número 49 de la revista Máquinas del Tiempo.
Por Ernest Valls.