A. LANGE & SÖHNE
1815 TOURBILLON ENAMEL
LA SENCILLEZ DE LA SOFISTICACIÓN
Por Ernest Valls
Con la creación de esta excepcional pieza que irradia sencillez sin esconder la sofisticación que lleva dentro, A. Lange & Söhne parece haber seguido una de las máximas de Steve Jobs.
La firma sajona bien puede haberse inspirado en uno de los mantras de Apple, “la sencillez es la máxima sofisticación” —que Walter Isaacson explica en su libro Steve Jobs: La biografía— para elaborar su 1815 Tourbillon Enamel. Una idea a la que podemos añadir una de las frases que el visionario californiano nos dejó para la historia: “la sencillez se obtiene como resultado de controlar la complejidad, no de ignorarla”.
Con una nueva versión de esta excepcional pieza, presentada por primera vez en 2014, A. Lange & Söhne ofrece una visión sencilla de una de las piezas más sofisticadas de su colección, tanto a nivel técnico como estético. La sofisticación estética se una traduce en la esfera blanca esmaltada, mientras que la técnica viene definida por un tourbillon con dos particularidades singulares: el paro de la jaula en el momento de ajustar la hora del reloj y la puesta a cero del segundero, en el mismo eje del tourbillon, al mismo tiempo. A ello se debe añadir la estética sobria por excelencia de los modelos de la firma y los refinados acabados que se han aplicado a la pieza, y especialmente al movimiento.
En la redacción de mdt hemos tenido la ocasión de disponer del 1815 Tourbillon Enamel —agradecemos el detalle y la oportunidad que nos ha brindado la marca para poder examinarlo como se merece—, que nos ha dejado un buen sabor de boca —y de muñeca— a los que hemos tenido el privilegio de disfrutarlo durante unas horas.
Visión frontal y reverso del A. Lange & Söhne 1815 Tourbillon Enamel.
Un tamaño adecuado
El 1815 Tourbillon Enamel tiene un diámetro de caja de 39,5 mm, dentro de los cánones clásicos de la elegancia tradicional, y un grosor de poco más de 11 mm. La caja, de líneas sencillas y clásicas, está realizada en platino y tiene la habitual construcción de tres cuerpos: bisel, carrura y fondo.
El bisel, ligeramente abombado y con un acabado pulido, está realizado en dos niveles: un primer nivel a ras con la carrura, como si fuera un fino alambre que rodea todo el contorno, y un segundo que conforma prácticamente todo el bisel y sube en suave curvatura hasta el cristal de zafiro. La carrura es totalmente circular y recta, con un acabado satinado de trazos horizontales. De ella salen las asas, cortas y curvadas hacia el interior. Su acabado pulido contrasta con el satinado de la carrura. El fondo está atornillado a la esta e incorpora un cristal de zafiro que deja completamente al descubierto el movimiento que late en el interior. El fondo también tiene la misma forma, con contorno en dos niveles en su punto de unión con la carrura. Sin embargo, así como el bisel es cóncavo, el fondo es convexo hasta enrasar con el cristal de zafiro.
Asimismo, cuenta con un acabado satinado de trazos circulares frente al pulido del bisel. La corona tiene un tamaño generoso, habida cuenta de la necesidad de dar cuerda al reloj para armar el muelle motor que provee la energía necesaria para su funcionamiento. El contorno de la corona ofrece un fino ranurado que facilita su manipulación. En su frontal, ligeramente abombado, se puede leer, en relieve, el nombre de la marca sajona.
Detalle de la esfera, realizada con la técnica del esmalte Grand Feu.
Esfera esmaltada
Junto a la confección de la caja en platino, la esfera blanca esmaltada mediante la técnica de Grand Feu es la otra novedad estética de esta edición. El Grand Feu es una técnica sofisticada que consiste en aplicar sobre el disco de la esfera, que en este caso es de cobre, el óxido del material responsable del color (estaño o circonio para el blanco, cobre para el verde y cobalto para el azul, por citar algunos) e introducirlo repetidas veces en un horno a una temperatura entre los 800 y los 900 ºC, hasta conseguir el color y el acabado que se desee. En el caso particular del 1815 Tourbillon Enamel, se han precisado más de 30 operaciones artesanales para fabricar cada ejemplar. Por ejemplo, el numeral de las doce horas, de color rojo, se ha estampado y horneado por separado.
El protagonismo de la esfera se lo lleva el gran tourbillon situado a las seis horas, que ocupa prácticamente la toda la superficie disponible al estar casi a ras del centro del reloj y del extremo inferior de la esfera. Destacan los brazos del puente, que están biselados y pulidos en la zona central y son planos en los extremos.
El contorno de la esfera está rematado por una minutería tipo ferrocarril en la que se han resaltado las posiciones de los numerales mediante un punto, y los cardinales con tres. Los numerales, arábigos, mantienen la tipografía clásica de los modelos de A. Lange & Söhne. A las doce horas se puede leer el nombre de la marca y, debajo, la ciudad de origen, Glashütte, y el clásico “I/SA”, que significa “hecho en Sajonia”.
Las agujas horarias centrales tienen una estilizada forma de punta de lanza y están realizadas en acero y azuladas a fuego. La aguja de los segundos, también de acero azulado, presenta un singular contrapeso en forma de rombo troquelado.
El tourbillon en todo su esplendor. En la parte superior se puede ver la palanca que ajustará a cero el segundero —aguja azul— en el momento de poner la hora.
Calibre L 102.1 tourbillon
El encargado de dar vida al 1815 Tourbillon Enamel es el calibre manufactura de Lange L 102.1, de cuerda manual y con regulación mediante tourbillon. Este movimiento se presentó durante la celebración del Salón Internacional de la Alta Relojería de Ginebra en enero de 2014, y fue el primero en incorporar dos mecanismos patentados por la firma sajona como son el paro de la jaula del tourbillon y el sistema Zero-Reset de puesta a cero del segundero horario.
El paro de la jaula del tourbillon lo introdujo A. Lange & Söhne en 2008. En un reloj tradicional sin sistema de regulación mediante tourbillon, conseguir el paro del segundero es sencillo, ya que consiste en una palanca que se activa a través de la corona cuando esta se extrae hasta la posición correspondiente y roza la llanta del volante. Sin embargo, en un sistema de regulación mediante tourbillon no es tan sencillo, ya que el volante está dentro de una jaula y hay que contar con los pilares que sirven para unir la parte superior e inferior de la jaula, que impiden utilizar el sistema de palanca. Para solventar este problema, los maestros relojeros de la marca de Glashütte idearon un muelle en forma de V con una geometría tal que realizaba perfectamente esta función con independencia de si se encontraba con un pilar de la caja del tourbillon o no en su camino.
El otro mecanismo con el que está dotado el L 102.1 es el denominado “Zero-Reset”, un sistema de puesta a cero de la aguja del segundero, situada en el mismo eje de giro del tourbillon. Se basa en la incorporación de una leva en forma de corazón, como la utilizada en los contadores cronográficos, a la aguja de los segundos horarios. Igual que pasa en los cronógrafos al activar la puesta a cero de los contadores, en el L 102.1 una palanca se encarga de actuar sobre la leva hasta ponerla a cero. Este sistema, aplicado a un segundero que comparte eje con el tourbillon, es sumamente sofisticado y complejo, ya que la puesta a cero de la aguja se hace sin mover la jaula del tourbillon, por lo que el segundero dispone de un cañón igual que la indicación de los minutos horarios. Este cañón que ajusta en el eje del tourbillon ha de hacerlo con suma precisión, ya que debe permitir que la aguja siga el giro del tourbillon de forma solidaria pero a la vez pueda desengranarse del eje cuando se ajusta a cero.
El L 102.1 tiene un diámetro de 32,6 mm y un grosor de 6,6 mm; está compuesto por 262 piezas e incorpora 20 rubíes más un diamante como contrapivote inferior del eje del volante. El volante dispone de tornillos para su equilibrado y para el ajuste de la variación de marcha. La espiral, de oscilación libre, está realizada en la manufactura de A. Lange & Söhne y proporciona una frecuencia de oscilación de 3 Hz, que equivale a unas tranquilas 21.600 alternancias por hora. El tourbillon realiza un giro completo cada minuto y hace las funciones de segundero horario. Está equipado con un sólo barrilete, que le proporciona una nada desdeñable reserva de marcha de hasta 72 horas. Las platinas y los puentes están finamente decorados y realizados en alpaca, una aleación de cobre, zinc y níquel que ofrece un brillo y color parecido a la plata (no en vano también es conocida con el nombre de “plata alemana”). La platina base cuenta con un acabado perlado, mientras que el puente de tres cuartos, característico de los movimientos alemanes, tiene una decoración de Côtes de Genève inclinadas. El puente del volante está grabado con motivos florales en corte libre, de modo que no habrá dos dibujos idénticos.
Puente del volante, decorado con un grabado manual.
Reverso del calibre, con el puente de tres cuartos típico de la relojería sajona. Esquema del mecanismo de parada de la jaula del tourbillon y puesta a cero del segundero.
Sencillo y sofisticado
El 1815 Tourbillon Enamel se presenta con una correa de piel de aligátor negra cosida a mano, dotada de una hebilla desplegable realizada en platino, el mismo material que la caja. Esta versión se ha realizado en una edición limitada y numerada a 100 ejemplares.
A pesar de tener una gran abertura en la esfera para mostrar el tourbillon, un detalle que ya adelanta que no estamos ante un reloj corriente, la sencillez de la esfera y de la arquitectura de la caja hacen de este modelo una pieza discreta (hasta podríamos decir que pasa desapercibido, salvo para el ojo experto). Además, es cómodo de llevar en la muñeca gracias al tamaño más bien contenido de la carrura. Si ya de por sí ver el lento movimiento de la jaula del tourbillon es hipnotizador, en este caso también lo es extraer la corona y ver salir como una flecha la palanca de puesta a cero del segundero, así como el muelle en forma de V encargado de parar la jaula de tourbillon.
A. Lange & Söhne ha conseguido una pieza exquisita que aúna el dominio de la técnica, más allá de lo tradicional, de los relojeros de la manufactura y unos acabados impecables; y, todo ello, envuelto en una sencillez a la que sólo pueden aspirar aquellos que dominan la complejidad de los guardatiempos mecánicos.