MAURICE LACROIX
ALTA RELOJERÍA DESDE SAIGNELÉGIER

En 1975, mientras la industria relojera suiza se tambaleaba por la irrupción de la tecnología del cuarzo y buena parte de sus compañías desaparecían ante la imposibilidad de competir comercialmente contra las firmas japonesas o norteamericanas, la empresa Desco von Schulthess optó por desafiar las circunstancias adversas y lanzó al mercado una nueva marca relojera, que fue bautizada con el nombre “Maurice Lacroix” en honor a uno de los miembros del equipo directivo que acababa de fallecer.

Fundada en Zúrich en 1889, Desco von Schulthess tenía sus orígenes en el sector del textil (y, más concretamente, en la importación de seda del Extremo Oriente), pero contaba con una dilatada experiencia en la relojería, puesto que desde 1946 había representado algunas importantes firmas suizas y en 1961 había adquirido las instalaciones de la firma Tiara, en la localidad de Saignelégier, cantón del Jura, donde producían guardatiempos de alta calidad para otras firmas.

El primer modelo Maurice Lacroix fue comercializado ese mismo 1975 en Austria, un detalle que demuestra la gran vocación internacional de la firma desde sus inicios. Tres años después, fue introducida en el mercado español, y en 1980 se creó una empresa de distribución de la marca en Alemania, que con los años se acabaría convirtiendo en uno de sus mercados más importantes.

Durante esos primeros años, la firma suiza ya presentaba las características que la hacen reconocible: unos diseños atractivos, modernos pero a la vez intemporales, y una óptima relación entre calidad y precio. Gracias al éxito obtenido con las primeras colecciones de Maurice Lacroix, a partir de 1980 Desco dejó de fabricar guardatiempos para terceras marcas y se concentró exclusivamente en su propia firma.

Aprovechando la situación excepcional que vivía el sector, a partir de 1983 Maurice Lacroix empezó a adquirir movimientos mecánicos de gran calidad —como el Venus 188— para utilizarlos en los relojes de la colección Les Mecaniques, en un momento en el que pocas compañías seguían confiando en la rentabilidad comercial de la relojería tradicional. Además de estos calibres vintage, con funciones tan diversas como horas saltantes, cronógrafo o alarma, la colección también utilizaba movimientos complicados de firmas como ETA o Unitas, modificados por los relojeros de la casa.

En 1989, la compañía dio un importante paso adelante con la adquisición de la firma de fabricación de cajas Queloz, también radicada en Saignelégier. La posibilidad de producir sus propias cajas abría nuevas posibilidades de diseño para Maurice Lacroix, a la vez que le permitía diferenciarse de buena parte de la competencia.

El gran crecimiento

Los años 90 fueron especialmente fructíferos para Maurice Lacroix, que supo aprovechar la recuperación del interés del gran público por la relojería más tradicional. En 1992, la firma introdujo la colección Masterpiece, heredera de la línea Les Mecaniques, para alojar sus modelos de alta relojería. El reloj inaugural fue el Cinq Aiguilles, que ofrecía la información de horas, minutos, segundos, fecha y día de la semana mediante cinco agujas centrales.

Paulatinamente, la colección se fue convirtiendo en la plataforma ideal para la introducción de todo tipo de complicaciones exclusivas de la marca, que se lograban mediante la incorporación de módulos a movimientos mecánicos de primera calidad. Un buen ejemplo de ello es el Calendrier Rétrograde, lanzado en 1999, que combinaba la información horaria con las indicaciones retrógradas del calendario y la reserva de marcha.

Paralelamente a sus piezas de alta relojería, la firma también mantenía una amplia oferta de modelos con movimiento de cuarzo, como el Calypso, de 1990, que acabaría convirtiéndose en un pequeño icono de la marca gracias a las singulares piezas metálicas —seis, coincidiendo con las horas pares— que lucía en el bisel.
Estos importantes éxitos comerciales se vieron acompañados de una gran expansión de la red de distribución de la marca: en 1990 Maurice Lacroix se introdujo en el importante mercado de Oriente Medio (un año antes lo había hecho en Japón, Hong Kong, Singapur, Malasia y Tailandia), y en 1995 vio nacer su filial de Estados Unidos de América.

En respuesta al crecimiento de la producción experimentado en los últimos años, en 1999 Maurice Lacroix se vio obligada a ampliar y modernizar su manufactura de cajas, una renovación que también debía permitirle mejorar la calidad de sus productos. Esta inversión se vio respaldada, dos años más tarde, con la creación de unos talleres de producción de componentes complicados para calibres mecánicos. De este modo, la firma de Saignelégier, que desde octubre de 2001 se había establecido como figura jurídica independiente de Desco von Schulthess, realizaba los primeros pasos de un camino que debía llevarla a convertirse en una manufactura relojera de pleno derecho.

Modelo Calypso, lanzado por la marca en 1990.

Modelo Calendrier Rétrograde, de 1999.

Una nueva etapa

En 2002, Maurice Lacroix estaba presente ya en más de 45 países de todo el mundo y se había convertido en una de las firmas relojeras de referencia del segmento de precio medio-alto en mercados tan importantes como Alemania.

Siguiendo en la línea que le había permitido despegar comercialmente durante la década anterior, en 2003 la firma lanzó el modelo Double Rétrograde, que incorporaba una nueva indicación retrógrada —en este caso, un segundo huso horario— a las complicaciones del Calendrier Rétrograde.

Además, Maurice Lacroix también realizó un importante esfuerzo institucional para llegar a un público más amplio. Sin duda, la punta de lanza de esta política fue el patrocinio de importantes personalidades del mundo del deporte y de la música, entre otros ámbitos. Sin ir más lejos, el primer embajador de la marca, en 2004, fue el tenista de Basilea Roger Federer, ganador, ese mismo año, de tres de los cuatro Grand Slams.

2005 fue un año importante para la marca, que celebraba su 30º aniversario y quiso festejarlo con el lanzamiento de piezas de alta relojería tan espectaculares como el Masterpiece Régulateur, un regulador con contador de 24 horas e indicación central de fecha; y el Tourbillon Rétrograde, realizado en una edición de 30 ejemplares de platino, que ofrecía unas indicaciones retrógradas de fecha y reserva de marcha.

Sin embargo, el gran salto de calidad para Maurice Lacroix se produjo en 2006 con la presentación del calibre ML 106, el primer movimiento fabricado en sus instalaciones de Saignelégier. Diseñado por el prestigioso relojero independiente Andreas Strehler, este calibre de carga manual ofrecía la clásica función de cronógrafo con una particularidad: permitía una totalización de 60 minutos en lugar de los 30 habituales. Además, contaba con dos patentes únicas: una palanca de liberación que garantizaba una puesta en marcha más controlada del cronógrafo, y una rueda de cadena cinemática totalmente rediseñada. El nuevo calibre fue estrenado en el modelo Le Chronographe, un sofisticado guardatiempo que confirmaba la experimentación de la marca con una relojería de concepción más moderna.

Ese mismo 2007, Maurice Lacroix inauguró unas nuevas instalaciones en la localidad de Montfaucon, a escasos quilómetros de Saignelégier, dotadas de máquinas de control numérico (CNC) de última generación. Asimismo, la firma lanzó una importante campaña orientada a reforzar su imagen de firma de alta relojería, y añadió la leyenda “Manufacture Horlogère Suisse” a su logotipo institucional.

Un año más tarde, la firma del Jura presentó todo un tour-de-force técnico, fruto de tres años de investigación y desarrollo. Equipado con el calibre automático de manufactura ML 128, el Mémoire 1 ofrecía la información horaria y la función de cronómetro de forma secuencial, utilizando los mismos indicadores. Un sistema de memoria patentado por la marca permitía consultar la hora durante un cronometraje —igual que puede hacerse con un cronógrafo digital— mientras éste continuaba en segundo plano. Al volver a cambiar la función del reloj, los indicadores saltaban automáticamente a su nueva posición y proseguían el cronometraje.

Paralelamente, Maurice Lacroix seguía dirigiendo una especial atención a su público femenino —una de las características de la marca desde su fundación— con colecciones como Starside, también dotadas de interesantes complicaciones.

Maurice Lacroix Masterpiece Gravity, de 2014.

Un modelo emblemático

En 2010 se produjo el lanzamiento del modelo Masterpiece Square Wheel, un singular reloj que convertía la indicación de segundos en todo un poema visual. El segundero estaba formado por una rueda de forma cuadrada con los lados dentados, que engranaba con una segunda rueda en forma de trébol. Al girar ésta, impulsada por la rueda de segundos del calibre, el cuadrado también lo hacía, indicando el paso de los segundos sobre un disco fijo dotado de índices y numerales. Daba vida al reloj el movimiento de carga manual ML 156, desarrollado por Maurice Lacroix en colaboración con la escuela de ingeniería HE-ARC.

A pesar de contar con menos de una década de existencia, el Masterpiece Square Wheel se ha convertido ya en un modelo emblemático para la firma de Saignelégier, y ha sido objeto de múltiples versiones. Además, ha dado pie a interesantes variantes como el Square Wheel Regulator, con una aguja central de minutos y la rueda cuadrada señalando las horas en vez de los segundos, o el Square Wheel Rétrograde, con indicación retrógrada de la fecha (todo un clásico de la marca).

En 2011, la firma DKSH, un holding con sede en Zúrich (pero con presencia, principalmente, en los mercados asiáticos), especializado en la provisión de servicios de marketing, adquirió una participación mayoritaria del Grupo Maurice Lacroix, que de ese modo dejaba de ser una compañía independiente por primera vez desde su fundación.

En el ámbito creativo, la firma continuó apostando por una relojería de vanguardia a través de su colección Masterpiece, con modelos como el Mysterous Second, de 2013. En la mejor tradición de los relojes misteriosos, el modelo ofrecía la indicación de segundos a través de una aguja flotante de dos brazos que recorría el segundero en sentido horario —arrastrada por un disco invisible— a la vez que giraba en sentido antihorario sobre su propio eje. Gracias a este movimiento combinado, los dos extremos de la aguja recorrían alternativamente los cuatro segmentos lineales de 15 segundos que dibujaban una cruz desde el centro del segundero.

Un año más tarde, y también en el marco de la línea Masterpiece, la firma volvió a demostrar la capacidad técnica de sus profesionales con el modelo Gravity, cuyo calibre de manufactura ML 320 contaba con un escape de silicio y una espiral de fabricación propia. Ambos elementos eran perfectamente visibles gracias a la estructura en esqueleto de la esfera (la información horaria podía leerse en un disco de estética clásica, desplazado hacia la una).
Clásicos y modernos

Paralelamente a estos modelos estética y técnicamente vanguardistas, Maurice Lacroix continuaba realizando relojes clásicos de carácter intemporal a través de colecciones como Les Classiques, máxima representación de la relojería tradicional; Eliros, que aunaba la estética retro-chic con la precisión del cuarzo suizo, y Fiaba, destinada al público femenino. La colección Pontos, por su parte, combinaba el espíritu y la excelencia de la tradición relojera suiza con una imagen moderna y, en algunos casos, incluso deportiva. Es especialmente destacable, en este sentido, el Pontos S Diver, de 2013, un reloj de submarinismo hermético hasta 600 metros y dotado de una válvula automática de expulsión de helio.

En 2016, la marca de Saignelégier volvió la mirada hacia los años 90 para crear su colección Aikon, que se inspiraba en uno de sus grandes éxitos comerciales y, sin duda, uno de sus primeros iconos: el reloj Calypso. Naturalmente, el Aikon fue diseñado teniendo en cuenta los gustos del consumidor actual (sin ir más lejos, el diámetro de la caja alcanzaba los 42 o 44 mm para los modelos masculinos, y los 35 para los femeninos), pero la presencia de los seis apliques decorativos sobre el bisel no dejaba lugar a dudas sobre la fuente de inspiración.

Maurice Lacroix Aikon Automatic Skeleton, de 2018.

Clásicos y modernos

Paralelamente a estos modelos estética y técnicamente vanguardistas, Maurice Lacroix continuaba realizando relojes clásicos de carácter intemporal a través de colecciones como Les Classiques, máxima representación de la relojería tradicional; Eliros, que aunaba la estética retro-chic con la precisión del cuarzo suizo, y Fiaba, destinada al público femenino. La colección Pontos, por su parte, combinaba el espíritu y la excelencia de la tradición relojera suiza con una imagen moderna y, en algunos casos, incluso deportiva. Es especialmente destacable, en este sentido, el Pontos S Diver, de 2013, un reloj de submarinismo hermético hasta 600 metros y dotado de una válvula automática de expulsión de helio.

En 2016, la marca de Saignelégier volvió la mirada hacia los años 90 para crear su colección Aikon, que se inspiraba en uno de sus grandes éxitos comerciales y, sin duda, uno de sus primeros iconos: el reloj Calypso. Naturalmente, el Aikon fue diseñado teniendo en cuenta los gustos del consumidor actual (sin ir más lejos, el diámetro de la caja alcanzaba los 42 o 44 mm para los modelos masculinos, y los 35 para los femeninos), pero la presencia de los seis apliques decorativos sobre el bisel no dejaba lugar a dudas sobre la fuente de inspiración.

En 2017 se cumplían los 25 años de existencia de la colección Masterpiece, verdadero buque insignia de Maurice Lacroix, y la firma quiso celebrarlo reeditando tres de sus piezas más relevantes: el modelo Gravity, el Double Rétrograde —que adoptaba el calibre de manufactura ML 191— y el Chronograph Skeleton.

Asimismo, la colección vio crecer su familia de modelos retrógrados con el lanzamiento del nuevo Moon Rétrograde, que añadía un indicador —no retrógrado— del día de la semana y un disco de las fases lunares a las complicaciones del Double Rétrograde.

En la pasada edición de Baselworld, Maurice Lacroix presentó tres nuevos modelos de la línea Aikon que, por primera vez, incorporaban calibres mecánicos: el elegante Aikon Automatic, un elegante tres agujas cuya estética remite a los modelos deportivos de los años setenta; el Aikon Automatic Chronograph, de aspecto incluso más robusto, y el Aikon Automatic Skeleton, que celebra el 25º aniversario de la introducción de la técnica del esqueleto en los relojes de la firma. Equipado con el calibre de manufactura ML234, el Automatic Skeleton combina el carácter y la imagen exterior de la colección Aikon con la cultura de alta relojería propuesta por la línea Masterpiece.

Modelo Masterpiece Square Wheel Rétrograde, de 2018.

Modelo Aikon Ladies, con movimiento de cuarzo, de 2018.

Cuatro décadas de evolución

Durante más de cuarenta años, y siempre desde sus talleres de Saignelégier, en el corazón del Jura suizo, Maurice Lacroix ha ofrecido relojes elaborados según los principios de innovación y perfeccionamiento propios de la alta relojería helvética, una trayectoria respaldada por 14 de premios de diseño Red Dot. La modernización y ampliación de sus instalaciones llevada a cabo en las últimas décadas le han permitido, además, el ingreso al club selecto de manufacturas capaces de fabricar sus propios movimientos mecánicos, un aspecto especialmente apreciado por los amantes de la relojería (cabe recordar que la firma también cuenta con un taller de fabricación de cajas desde 1989).

Todo ello, junto a una creciente presencia en el mundo del deporte y del arte, ha convertido a Maurice Lacroix en una de las firmas de referencia del sector relojero, especialmente en mercados como Alemania, Estados Unidos o Extremo Oriente. Actualmente, la firma cuenta con más de 2.500 puntos de venta en todo el mundo, entre los cuales, ocho boutiques propias —en ciudades como Bangkok, Hong-Kong o Kuala-Lumpur— y más de 200 espacios en tiendas multimarca.

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