En 1904, dos relojeros procedentes de Le Locle, Paul Cattin y Georges Christian, decidieron unir sus esfuerzos para crear una nueva manufactura en la pequeña y pintoresca población de Hölstein, situada a pocos quilómetros de Basilea.

Así, con solamente 24 trabajadores y aprovechando la infraestructura de la empresa relojera Lohner & Co, que había cerrado poco antes, nacía la firma Oris, que tomaba su nombre de un arrollo y un valle próximos. En este periodo, el proceso de industrialización ya estaba plenamente consolidado en el ámbito de la relojería suiza, y el desarrollo de Oris durante los años posteriores es una buena muestra de ello: en sólo dos años, la firma inauguró su primera sucursal (le seguirían, en pocos años, las de Como, Courgenay, Herbetswil, Ziefen y Holderbank); y, en 1911, construyó un complejo de viviendas para sus más de 300 empleados en Hölstein.

Pronto Oris se convertiría en la principal fuente de empleo de la zona. La inauguración de su propia planta de electrochapado, en 1925, facilitó que la marca se especializara en relojes relativamente económicos, aunque de calidad contrastada. Paralelamente, Oris empezó a colocar correas con hebilla a sus relojes de bolsillo para convertirlos en modelos de pulsera. Estos relojes, dotados de escape de áncora, empezaron a encontrar gran aceptación fuera de Suiza (particularmente en el Reino Unido y sus colonias, así como en Suramérica).

En 1927 falleció uno de los cofundadores de la compañía, Georges Christian, y poco después, ésta pasó a tener titularidad pública, eso sí, bajo la dirección de Oscar Herzog, cuñado de Christian. Herzog ejercería de director gerente de Oris durante 43 años, entre 1928 y 1971.

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Planta de montaje de Oris en Holderbank.

Fabricación integral

Con la inauguración de su propia fábrica de esferas, en 1937, en Bienne, Oris apuesta por la manufactura integral de sus relojes. La firma ya producía sus propios escapes, una actividad sumamente delicada que requería la máxima especialización por parte de las trabajadoras que participaban en ella (quienes, por cierto, recibían por ello una buena remuneración).

La pericia técnica de Oris durante este periodo se refleja en el lanzamiento, en 1938, de su primer movimiento con calendario de alidada (con la fecha indicada por una aguja, en lugar de la tradicional ventanilla), función que en aquel momento representó todo un hito y que aún hoy tiene una importante presencia en las colecciones de la marca. Por otra parte, la compañía también extremó sus esfuerzos para garantizar la calidad de los relojes y todos sus componentes; si en 1942 empezaron a endu recerse los elementos de latón del movimiento para asegurar la precisión de los guardatiempos durante un periodo más largo, dos años después, Oris recibió el Certificado de Legitimidad de la Oficina Suiza para el Control de Metales Preciosos, que avalaba la calidad del chapado en oro de sus cajas.

Además, a partir de 1949 se adaptó el sello “Waterproof” para todos los relojes herméticos de la firma, coincidiendo en un periodo en el que esta cualidad empezaba a ser muy apreciada por el público. Durante la Segunda Guerra Mundial, Oris había comenzado a fabricar grandes relojes, que incrementaron significativamente las ventas de la marca en el continente. En los años siguientes, la firma elaboró algunos de sus movimientos más remarcables: en 1949, un calibre con ocho días de reserva de marcha, y, tres años después, el movimiento 601, dotado de carga automática e indicador de la reserva de marcha.

Crecimiento y crisis

Gracias a este salto de calidad en el aspecto técnico, la marca de Hölstein se situó, en los años ’60, entre las diez principales compañías relojeras suizas, con cerca de 800 empleados y un savoir faire que se reflejaba en movimientos como el célebre calibre automático Oris 645 (1966), con escape de palanca y 25 rubíes, o el calibre 652, que en 1968 valió a la marca la máxima distinción por parte del Observatoire Astronomique et Chronométrique de Neuchâtel por su gran precisión cronométrica.

Por desgracia, el proceso de consolidación técnica y expansión comercial de Oris se vio seriamente perjudicado, a partir de 1970, por la venta de las acciones de la compañía al holding ASUAG –uno de los embriones del gran grupo relojero Swatch. Los nuevos propietarios le encomendaron específicamente la fabricación de relojes económicos, política que se demostró manifiestamente errónea cuando los relojes de cuarzo procedentes de Asia empezaron a invadir los mercados occidentales y dejaron la industria suiza en jaque.

Aunque Oris trató de adaptarse fabricando relojes cada vez más baratos, no logró impedir una recesión que se tradujo en el cierre de sucursales y la pérdida del empleo por parte de centenares de trabajadores.

Vuelta a los orígenes

Esta situación tan crítica hizo reaccionar al equipo directivo de la compañía, que en 1982 decidió recomprarla con la intención de dar un golpe de timón en la política de la misma. El doctor Rolf Portmann pasó a presidir la empresa (actualmente ocupa el cargo de presidente honorario), mientras que Ullrich W. Herzog (hoy, presidente ejecutivo) asumió su dirección. Se abría, de este modo, una nueva etapa para Oris, que adquiría una nueva visión comercial y el reto de convertirse en una de las marcas punteras del sector, apostando por la relojería mecánica de alta gama.

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Producción mecánica de Oris en 1938.

Ese mismo año, la firma recurrió al mundo de la aviación y lanzó la línea Gran Corona, que, como indica su nombre, remitía a los primeros relojes de aviador, dotados de una corona de considerable diámetro que podía ser operado por los pilotos con sus gruesos guantes de piel. La aviación se convertiría, desde entonces, en uno de los pilares que sustentan las colecciones de la marca, al que más tarde se añadirían otros tres ámbitos, como el deporte de motor, el submarinismo y la cultura.

De esta década cabe destacar la simbólica reaparición del Oris Calendario de Alidada (1984), que en su momento había representado un hito técnico para la marca, y que atrajo poderosamente la atención de muchos consumidores japoneses, cansados de sus modernos modelos digitales. En 1988, asimismo, lanzó su primer reloj de pulsera con función de alarma, que daría paso una serie de innovaciones técnicas sin precedentes en su historia. En el ámbito de los movimientos, merece un comentario el calibre 581, presentado en 1991 y dotado de las indicaciones de fase lunar, calendario (día y fecha) y segundo huso horario.

Después de ello, si quedaba una cuenta pendiente para Oris, ésta era la producción de relojes de oro de 18 quilates, algo que la firma de Hölstein había abandonado hacía décadas. Y no había mejor momento para retomarla que 1994, cuando se celebraba el nonagésimo aniversario de la fundación de la manufactura. En 1996 se iniciaba una fructífera relación de Oris con el mundo del Jazz, que ha dado pie, hasta el día de hoy, a algunas de las piezas más celebradas de la firma relojera. Todo empezó con el patrocinio del Festival de Jazz de Londres, que cada año reúne en la capital inglesa a miles de amantes de este género musical junto a sus intérpretes más prestigiosos.

Si aquel año el músico homenajeado fue el compositor y saxofonista Andy Sheppard, después le han sucedido –a razón de uno por año- otros grandes nombres como John McCoy, John McLaughlin, Lionel Hampton, por no hablar de mitos como Louis Armstrong, Miles Davis, Duke Ellington o Charlie Parker. En 1997, la firma marcó otro hito en su historia de innovaciones técnicas, con el movimiento Worldtimer (calibre 690), una joya de la micro-mecánica capaz de mostrar simultáneamente dos franjas horarias distintas (la hora local podía regularse fácilmente mediante dos pulsadores).

Nueva imagen

A finales de la década de los ’90, Oris intensificó sus esfuerzos por diferenciarse a través del diseño, invirtiendo cada vez más en este ámbito. A partir del lema “la forma sigue la función”, la firma incorporó muchos de los elementos visuales que marcarían la imagen de sus relojes durante las próximas décadas. Estos principios se reflejaban perfectamente en el modelo BC3, de 1999, con el cual la marca retomaba su línea Gran Corona, dedicada a la aviación, así como en la línea XXL, formada por modelos de grandes dimensiones.

Por primera vez, se lanzaba una colección en tres tamaños y tres variedades de movimientos. Con la llegada del nuevo siglo, la marca de Hölstein dirigió la mirada hacia el mundo del automovilismo con su reloj TT1, dotado de un bisel de caucho negro y una pulsera del mismo material que reproducía los dibujos de los neumáticos. En realidad, Oris retomaba una pasión que en los años ’70 se había materializado con el modelo Chronoris, dedicado al mundo de la Fórmula 1.

Esta relación entre la marca relojera y la mayor competición automovilística se acentuaría en 2003, con el patrocinio del equipo de Fórmula 1 BMW Williams, que aquella temporada estaría luchando por el título hasta el final con Pablo Montoya y Ralph Schumacher como pilotos.El lazo con la Fórmula 1 y con el equipo Williams, que aún hoy continúa vigente, se ha revelado como una gran fuente de inspiración para el equipo de High Mech (“alta mecánica”) de Oris, y las ediciones limitadas dedicadas al equipo se han convertido en algunos de los relojes más apreciados por los seguidores de la marca.

Algo similar ha sucedido con el mundo del submarinismo, gracias al contrato establecido en 2006 con el campeón mundial inmersión en apnea, el venezolano Carlos Coste, quien ese mismo año batió el récord mundial de apnea en la categoría de peso variable, alcanzando una profundidad de 140 m. Además, en 2009, otro buceador profesional –el también embajador de Oris Roman Frischknecht- colaboró en la creación del Sistema Rotatorio de Seguridad (RSS), exclusivo de la marca, que fue utilizado por primera vez en el modelo Oris ProDiver Chronograph.

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Colección Oris 1904 Edición Limitada Artelier, de 2004.

Fiel a los principios que llevaron a su rápido crecimiento durante las primeras décadas del siglo XX, Oris es actualmente el primer fabricante del mundo de relojes mecánicos con un precio inferior a los 3.000 €. Tras sus esferas claras y modernas, laten solamente movimientos mecánicos, y el rotor rojo que da vida a los modelos automáticos –siempre visible a través de un cristal de zafirose ha convertido en un símbolo de la Alta Mecánica de Oris muy apreciado por sus seguidores.

Quizás sea significativo que la sede actual de Oris siga siendo el mismo edificio de Hölstein que Paul Cattin y Georges Christian eligieron para iniciar su aventura empresarial. Al igual que ha sucedido con éste, la firma ha sabido crecer y renovarse para adaptarse, durante más de un siglo, a los cambios, las modas las necesidades de cada momento.

Este artículo ha sido publicado en el número 39 de la revista Máquinas del Tiempo.

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