TAG HEUER: PRECISIÓN DE ÉLITE
Laura Càmara
En 1860, un joven de solo 20 años llamado Edouard Heuer fundó un pequeño taller de relojería en la remota aldea de Saint-Imier, en el corazón del Jura suizo. Se iniciaba, de este modo, el largo recorrido de la compañía Heuer hasta convertirse en una de las marcas más prestigiosas del panorama relojero.
Seis años después de la fundación del taller, Edouard Heuer decidió aprovechar las ventajas fiscales que ofrecía la población de Biel (Bienne, en francés), situada a pocos kilómetros, para trasladar ahí la producción. Fue allí donde, en 1869, ideó un mecanismo que cambiaría la historia de la relojería: un sistema de carga a través de una corona, en sustitución de la clásica llave que se utilizaba hasta el momento. Los primeros modelos dotados de este mecanismo —el primer sistema patentado por la marca— obtuvieron un gran éxito en la Exposición Universal de Viena de 1873, y valieron a Heuer un gran reconocimiento en todo el mundo, que la firma aprovecharía para expandirse internacionalmente. Con este propósito, en 1876 abrió una sucursal en Londres.
Con las innovaciones que introdujo en áreas como el diseño y la elaboración de guardatiempos, Edouard Heuer ayudó decisivamente a impulsar la industria relojera suiza en un momento en el que los fabricantes estadounidenses buscaban dominar el mercado europeo.
Buena parte de los desarrollos técnicos introducidos por la marca durante este periodo estaban ideados para aportar la máxima precisión en la medición de períodos de tiempo concretos, una funcionalidad en auge por la creciente importancia del deporte en la sociedad. Los primeros cronógrafos habían aparecido en el catálogo de la marca en 1882, y pronto se convertirían en el puntal de la compañía.
Precisamente, en 1887 Heuer patentó una invención que revolucionó la producción de cronógrafos mecánicos y que aún hoy es utilizada por las firmas relojeras: el piñón oscilante, un mecanismo que permitía sustituir las dos grandes ruedas que se utilizaban hasta entonces, mejorando significativamente la eficiencia del sistema. La colección de cronógrafos de bolsillo con piñón oscilante de Heuer obtuvo una medalla de plata en la Exposición Universal de París de 1889.

Segunda generación
En 1892, después de la muerte de Edouard Heuer, la firma relojera pasó a manos de sus dos hijos, Jules-Edouard y Charles-Auguste Heuer. Con la voluntad de descubrir “cómo se hacen las cosas en otros lugares”, ambos viajaron a multitud de países y forjaron alianzas con empresarios como Henry Freund, junto al cual crearían, en 1912, una distribuidora para comercializar relojes y joyas en Estados Unidos.
En 1911, la compañía patentó el modelo el Time of Trip, un cronógrafo con totalización de 12 horas, diseñado para los tableros de automóviles y aeronaves, que mostraba la hora y la duración del viaje. El instrumento fue usado en célebres travesías como la del Zeppelin R 34 sobre el Atlántico Norte, en 1919, o la primera vuelta al mundo en dirigible, realizada por Hugo Eckener diez años más tarde.
En 1914 se produjo otro hito para la firma suiza, con el lanzamiento de sus primeros cronómetros de pulsera. Contaban con una caja de plata y una esfera de esmalte blanco dotada de grandes agujas. En su interior, sin embargo, latía aún un calibre de bolsillo, como delata la presencia de la corona —y del monopulsador del cronógrafo, integrado en su interior— a las 12 horas.
En 1916, después de que Charles-Auguste se impusiera como objetivo la fabricación de “un cronógrafo con una precisión cinco o diez veces mayor a la de cualquier otro instrumento actual”, nacieron los modelos Mikrograph y Microsplit, que permitían medir hasta 1/100 de segundo. El segundo, además, permitía medir dos tiempos sucesivos gracias a su aguja à rattrapante. Paralelamente, la firma produjo los cronógrafos Semikrograph y Semicrosplit, con una precisión de 1/50 de segundo. Estos modelos revolucionaron el mundo de la relojería y permitieron que Heuer se convirtiera en el proveedor oficial de cronógrafos para los Juegos Olímplicos de Amberes 1920, París 1924 y Amsterdam 1928.
A medida que avanzaban los años, la alianza de Heuer con el mundo del deporte se iba haciendo cada vez más estrecha. Por ejemplo, en 1933 la compañía presentó un nuevo cronógrafo diseñado para integrarse al tablero de mandos de autos y aeronaves, el Autavia —acrónimo de “Automobile” y “Aviation”—, seguido de un segundo modelo similar, el Hervue, que ofrecía una reserva de marcha de ocho días.
Gracias a modelos como estos, durante los años 30 y 40 el prestigio internacional de la firma no cesó de crecer, hasta el punto de que figuras como Harry S. Truman, Henry Ford o el General Eissenhower llegaron a lucir relojes Heuer en sus muñecas.
En 1949, Heuer volvió la mirada al mundo de la navegación y lanzó el Solunar, un modelo con indicación de las mareas. Al año siguiente, le seguiría el Mareograph (que recibió el nombre “Seafarer” en Estados Unidos), el primer cronógrafo del mundo con indicación del nivel de las mareas y esfera para regatas.

Reloj realizado en 1860 por Edouard Heuer, fundador de la compañia.

Jack Heuer, una figura crucial en la historia de la marca.
Una figura clave
En 1957 se incorporó a la compañía Jack Heuer, bisnieto del fundador y representante de la cuarta generación familiar en el negocio. Talentoso relojero y gran emprendedor, Jack Heuer idearía algunas de las piezas más icónicas de la historia de la firma durante las décadas que estuvo a su servicio. Su primer proyecto fue el establecimiento, un año después de su llegada, de la sucursal de la compañía en Estados Unidos, denominada “Heuer Timer Corporation”.
De este periodo destacan modelos como The Ring Master (1957), un cronógrafo preciso hasta 1/5 de segundo con unos anillos intercambiables que permitían la medición de diferentes deportes, o el cronógrafo à rattrapante Sebring (1960), destinado al cronometraje de carreras automovilísticas.
Heuer fue también partícipe de grandes hitos históricos, como el primer viaje espacial de un astronauta norteamericano, protagonizado por John Glenn en 1962. En su muñeca, lucía un cronógrafo 2915A de la firma del Jura.
Desde la creación del instrumento de salpicadero Autavia en 1933, el mundo de las carreras automovilísticas había estado muy presente en las creaciones de Heuer. Sin embargo, fue a partir de la década de los sesenta cuando esta relación produjo algunos de los modelos más icónicos de la firma.
El primero de ellos fue, precisamente, un modelo denominado “Autavia” en honor a su precedente histórico, que fue lanzado en 1962, y al año siguiente le seguiría el Carrera, que rendía tributo a la mítica Carrera Panamericana, disputada en México entre 1950 y 1954 (hasta que fue suspendida por su peligrosidad). En 1964, el Carrera fue modificado para convertirse en el primer cronógrafo con una indicación de fecha mediante un disco impreso.
En 1968 Heuer introdujo el Camaro, dedicado al coche homónimo de la firma Chevrolet, y un año más tarde, aprovechando el lanzamiento del Calibre 11 Chronomatic, la firma presentó el cronógrafo Monaco, que pasaría a la historia por lucir en la muñeca de Steve McQueen en la película Le Mans, de 1970. Junto con las nuevas versiones del Carrera y el Autavia, formaron la primera generación de cronógrafos automáticos de la marca, y una de las primeras del mercado. En 1972, la familia de cronógrafos automovilísticos de la marca creció con el modelo Montreal, característico por su caja coussin, y dos años después se le incorporaría el elegante Silverstone.
Para estrechar los lazos con el automovilismo, en 1969 Heuer empezó a patrocinar al piloto suizo Jo Siffert, y en 1971 se convertiría en cronometradora oficial de la escuderia Ferrari. La firma relojera acompañaría en sus victorias al equipo italiano—y a pilotos legendarios como Gilles Villeneuve o Niki Lauda— hasta 1979.


Cronógrafo Autavia, de 1933, diseñado para ser montado en el cuadro de mandos de un vehículo, junto al cronógrafo de pulsera homónimo, lanzado en 1962.
En busca de la precisión
Una de las metas primordiales de Heuer a lo largo de su historia ha sido la búsqueda de la máxima precisión en la medición del tiempo. Fue este objetivo el que llevó a la firma a participar en la revolución tecnológica que supuso la relojería electrónica. Todo empezó en 1965, cuando Jack Heuer presentó en la feria de Basilea un prototipo del Slalom, el primer instrumento electrónico miniaturizado, que ofrecía una precisión de 1/100 de segundo en la medición del tiempo. Un año después, el Microtimer destrozaba este registro con una precisión de 1/1.000 de segundo.
A estos innovadores modelos se sumaron el Microsplit 820, de 1973, que fue el primer cronógrafo de cuarzo de bolsillo con precisión de 1/100 de segundo, y el cronógrafo de pulsera Chronosplit 8, que combinaba una pantalla digital de cristal líquido, para la indicación horaria, con otra de diodos, que ofrecía la totalización de tiempos con una precisión de 1/10 de segundo. Este modelo fue especialmente apreciado por gente relacionada con el mundo de las carreras de coches como Enzo Ferrari, que encargó una edición de diez ejemplares personalizados con el Cavallino Rampante.
En 1975, Niki Lauda se proclamó por primera vez campeón del mundo de la Fórmula 1 con la Scuderia Ferrari, y Heuer quiso celebrarlo con el lanzamiento de un cronógrafo denominado “Monza” en honor al circuito donde se había hecho con la victoria. Diseñado por Jack Heuer, el Monza fue concebido como un reloj económico y se caracterizaba por su imagen deportiva y por su caja de latón revestido de PVD de color negro.
En 1977, en plena era de la relojería electrónica, Heuer apostó por el Chronosplit Manhattan GMT, un modelo con indicación analógica de la hora local y digital para la hora de origen y la función del cronógrafo.
Sin perder el espíritu deportivo tan característico de la firma, a principios de los años 80 se produjo el lanzamiento de la Serie 2000, que presentaba seis características distintas del reloj deportivo: estanqueidad hasta 200 metros, bisel giratorio unidireccional, agujas e índices recubiertos de material luminiscente, corona con doble junta para garantizar la resistencia al agua, doble cierre de seguridad y, por último, pantalla de cristal de zafiro con tratamiento antiarañazos.

Modelo Monaco original, de 1969.

Modelo Monza, de 1976, diseñado por Jack Heuer.
Nace TAG Heuer
En 1985 el grupo luxemburgués TAG (Techniques d’Avant Garde), especializado en la fabricación de componentes de alta tecnología, adquirió la mayoría de las acciones de Heuer y creó la firma TAG Heuer. El nuevo logotipo integraba el icono del holding, sobre fondo verde, con el clásico emblema de Heuer, que mantenía el fondo rojo.
La adquisición de la compañía tuvo consecuencias inmediatas en el campo de los patrocinios. Ese mismo año, TAG Heuer se convirtió en cronometrador oficial y patrocinador del equipo de Fórmula 1 McLaren, cuyos monoplazas utilizaban un motor TAG-Porsche. Era el nacimiento de una de las alianzas más largas y fructíferas entre el mundo de la relojería y el de la Fórmula 1, que llevó la firma a relacionarse con pilotos del prestigio de Alain Prost, Ayrton Senna, Mika Häkkinen o Lewis Hamilton. TAG Heuer quiso celebrar su entrada en la máxima competición automovilística con el lanzamiento, en 1986, de la colección Formula 1, que combinaba el acero con la fibra de vidrio.
Un año más tarde, la firma presentó la colección S/el (“Sport and elegance”), que reforzaba su imagen como paradigma de la relojería deportiva. Característico por su brazalete con los eslabones en forma de “S”, el reloj se convirtió en el preferido del piloto Ayrton Senna, quien en 1988 sería designado embajador de la marca.
La década de los 90 empezó para TAG Heuer con el lanzamiento de una de sus campañas publicitarias más exitosas y duraderas, “Don’t Crack Under Pressure”, que ponía el acento en la fortaleza mental de los deportistas. Asimismo, en 1992 la firma se convirtió en Cronómetro Oficial del Campeonato Mundial de la Fórmula 1, con lo que estrechaba aún más su lazo con el mundo de las carreras automovilísticas.
En el ámbito creativo, este periodo destaca por la reintroducción de algunos de sus modelos más legendarios, como el Carrera (1996) o el Monaco (1998), que se convertirían rápidamente en los puntales de la marca.
Más allá de la reincorporación de piezas icónicas a su colección, TAG Heuer seguía apostando también por los nuevos diseños, como demuestra el lanzamiento de la colección Kirium, dotada de una estética orgánica, inequívocamente contemporánea y deportiva.

Primer logotipo de la marca TAG Heuer, en un circuito de Fórmula 1.
Bajo el paraguas de un gran grupo
En 1999, TAG Heuer fue adquirida por el grupo LVMH (Möet Hennessy Louis Vuitton), uno de los principales conglomerados internacionales del sector del lujo.
Siguiendo con la política iniciada un tiempo antes, ese mismo año la firma creó la colección Link, que recuperaba las características esenciales de la línea S/el, y un año más tarde recuperaró el modelo Monza, aunque con una imagen que poco se asemejaba a la del reloj original.
En 2001, Jack Heuer, una de las figuras más importantes de la historia de Heuer, fue llamado para volver a la compañía como presidente honorífico, no solo por el valor simbólico de involucrar nuevamente a la familia fundadora en el proyecto, sino también por su experiencia y su conocimiento del mercado relojero. De hecho, Jack jugó un papel importante en el diseño del nuevo Autavia, lanzado el 2003, que recuperaba la forma de tonel utilizada en la colección durante los años 70.
En el ámbito de la tecnología del cuarzo, que continuaba teniendo una gran importancia en la producción de TAG Heuer, destaca el lanzamiento de modelos como el Avant-Garde Kirium F1, cuya esfera lisa —que alojaba tres agujas centrales relativas a la indicación horaria— se convertía en una pantalla digital cuando se activaba la función del cronógrafo; el Micrograph F1, preciso hasta la centésima de segundo y dotado de un contador de vueltas, y el Microtimer, de 2003, equipado con el primer mecanismo electrónico suizo con una precisión de una milésima de segundo.
En 2004, el lazo de la firma relojera con el mundo del motor era más estrecho que nunca —sin ir más lejos, se había convertido en Cronometrador Oficial de la Indy Racing League y de la Indy 500—, y ningún modelo refleja mejor esta relación que el concept watch Monaco V4, presentado en la feria de Basilea de ese año. Claramente inspirado en los motores de los coches de competición y dotado de una versión futurista de la famosa caja cuadrada del Monaco, este prototipo representaba una revolución de los principios que habían regido la relojería mecánica durante siglos: la transmisión del movimiento se realizaba, como en los motores, mediante correas, que sustituían a las ruedas y los piñones; la masa oscilante cedía su lugar a una masa lineal, y los cuatro barriletes, montados en V como si de los pistones de un motor se tratara, reposaban sobre cojinetes de bolas.
El modelo era tan revolucionario que la firma tardó cinco años en lanzar su versión comercial. Sin embargo, solamente un año después de la presentación del prototipo en Baselworld, TAG Heuer lanzó el Concept Chronograph Monaco Calibre 360 LS, dotado de un singular indicador lineal de segundos y preciso hasta la centésima de segundo gracias a un volante que oscilaba a 360.000 alternancias por hora.
El mismo espíritu de innovación estaba presente en el Aquaracer Calibre S, cuya construcción híbrida —con un calibre exclusivo y 230 componentes electromecánicos— lo hacía capaz de mostrar las funciones del reloj, del cronógrafo y del contador de regata con las mismas agujas.

Modelo Monaco V4, de 2009.

Modelo Carrera MikroPendulum, de 2013.
Colección Grand Carrera
En 2007, TAG Heuer lanzó la colección Grand Carrera, inspirada en el mundo de los automóviles GT. Dotados de una imagen lujosa y contemporánea, los modelos de esta colección incorporaban el denominado “sistema indicador rotativo”, en el que las agujas de los contadores auxiliares eran sustituidas por discos giratorios que ofrecían una clara lectura de las indicaciones. Entre los modelos de la colección destaca el Carrera Calibre 36 RS, de 2008, el primer cronógrafo automático capaz de trasladar con claridad a la esfera la precisión de una décima de segundo que ofrecía su Calibre 36.
En 2009 se conmemoraba el 40º aniversario del emblemático modelo Monaco, y TAG Heuer quiso celebrarlo lanzando una edición especial —limitada a 1.000 ejemplares— estéticamente idéntica, salvo por algún detalle menor, al reloj con la esfera azul y blanca que Steve McQueen inmortalizó en “Le Mans”.
Ese mismo año, la marca suiza presentó en Basilea el Monaco Twenty Four Concept, con un sistema antichoque capaz de proteger el calibre de una caída de 20 metros, y el Aquaracer 500 M Calibre 5, un reloj de submarinismo resistente al agua hasta 500 metros y dotado de una válvula de descompresión de helio.
El 18 de noviembre de 2013, un día antes de cumplir su 81º aniversario, Jack Heuer se retiró definitivamente (haciendo honor a la promesa que se había autoimpuesto de no trabajar más allá de los 80 años). TAG Heuer perdía una leyenda viva de la relojería, pero daría la bienvenida a otra al año siguiente, cuando Jean-Claude Biver fue designado CEO de la firma después de su revolucionario paso por Blancpain, Omega y Hublot.
Coincidiendo con la llegada de Biver, se produjeron varios movimientos en TAG Heuer, relacionados con el mundo del automovilismo de competición. Por una parte, la firma se convirtió en cronometrador oficial del Campeonato del Mundo de la Fórmula E, la competición de automóviles eléctricos organizada por la FIA. Por otra, dio por concluida su relación de tres décadas con el equipo McLaren para convertirse en cronometrador y reloj oficial del Red Bull Racing.
En 2010 TAG Heuer cumplía 150 años de historia, y quiso celebrarlo con el lanzamiento de una edición especial, en marrón y en azul, de su clásico cronógrafo Silverstone. Sin embargo, la novedad más significativa de ese año fue la presentación de la colección Carrera 1887, una actualización del mítico reloj creado por Jack Heuer en 1964. El reloj estaba equipado con el nuevo movimiento de cronógrafo Calibre 1887, que combinaba un rediseñado piñón oscilante —mecanismo patentado por Heuer en 1887— con el clásico mecanismo de rueda de pilares.

Modelo Carrera Calibre HEUER 01, de 2015.
Precisión extrema
La búsqueda de la mayor precisión es el principio que ha guiado a TAG Heuer durante la mayor parte de sus 158 años de existencia. Sin embargo, en la última década, la firma con sede en La Chaux-de-Fonds ha protagonizado un salto cualitativo sin precedentes en la historia de la relojería mecánica, a menudo, replanteando radicalmente conceptos técnicos que habían permanecido inalterados durante más de tres siglos.
En el epicentro de este terremoto se encuentra la colección Carrera, que actualmente aloja buena parte de los relojes mecánicos más precisos del mundo.
Uno de ellos es el Pendulum Concept, de 2010, el primer reloj mecánico que sustituía el clásico conjunto volante/espiral por un oscilador magnético, capaz de tolerar frecuencias mucho más altas —en este caso, de 6 Hz— con una gran estabilidad de marcha. Le siguió, en 2011, el Carrera Mikrograph, el primer cronógrafo con mecanismo de rueda de pilares capaz de ofrecer una totalización precisa hasta una centésima de segundo mediante una aguja central que completaba una rotación cada segundo.
Por si fuera poco, solo un año después la firma lanzó dos modelos de muy alta frecuencia: por un lado, el Carrera Mikrogirder, un reloj mecánico dotado de un sistema regulador revolucionario formado por un brazo y un oscilador lineal que vibraba con un ángulo muy pequeño, lo que le permitía alcanzar una frecuencia de oscilación de 7.200.000 alternancias por hora (1.000 Hz) y, en consecuencia, ofrecer una precisión de 5/10.000 de segundo; por otro lado, el Carrera Mikrotimer Flying 1000, el primer cronógrafo mecánico de pulsera con una indicación precisa hasta las milésimas de segundo gracias a un órgano regulador que latía a 3.600.000 alternancias por hora.
Siempre en el ámbito de los relojes Mikro, en 2013 TAG Heuer introdujo dos nuevos concept watches que utilizaban tecnología magnética para la regulación del calibre: el Carrera MikroPendulum, que tomaba del Mikrograph su característica aguja central de 1/100 de segundo, y el MikroPendulumS, con dos tourbillones —uno para la información horaria y otro para el cronógrafo— que albergaban sendos osciladores magnéticos. Con 12 rotaciones completas cada minuto, el tourbillon del cronógrafo es actualmente el más rápido del mundo. Igualmente revolucionaria, la caja del reloj estaba elaborada en una aleación de cromo y cobalto utilizada en aviación y cirugía.

Smartwatch Connected Modular 45, de 2017.
Mucho más que coches
Aunque el mundo del automovilismo se ha mantenido en el centro de las creaciones de TAG Heuer, en los últimos años la firma ha aprovechado su prestigio en el ámbito del cronometraje para introducirse en muchos otros deportes. Sin ir más lejos, se ha convertido en Cronómetro Oficial de algunas de las competiciones más importantes del mundo del fútbol, como LaLiga española, la Bundesliga alemana, la Premier League inglesa o la Copa América, entre otras.
Este equilibrio entre el respeto por la propia historia y la voluntad de dominar nuevos terrenos se refleja también en las últimas creaciones de la firma, que incluyen revisiones de piezas históricas, como el Heuer Monza 40th Anniversary, y nuevas colecciones como la línea Heuer 1, de 2015, caracterizada por su esfera en esqueleto que deja a la vista uno de los nuevos movimientos cronográficos salidos de la manufactura de La Chaux-de-Fonds: el calibre Heuer 1. Pero si hay un modelo que define a la perfección el espíritu emprendedor que siempre ha caracterizado a la marca, y que la ha llevado a explorar, desde los años 60, las posibilidades de la relojería electrónica, ese es el Connected, primera incursión de TAG Heuer en el campo de los smartwatches. Creado en colaboración con el gigante tecnológico Intel —que ha desarrollado el procesador—, este reloj modular ofrece un alto grado de conectividad y todas las funciones propias de un reloj inteligente, con una estética y un nivel de acabados propios de la alta relojería suiza.