El 22 de enero de 1823 nacía en la localidad suiza de Le Locle quien iba a dar nombre a una de las marcas importantes de la Alta Relojería actual, Ulysse Nardin. Antes de desarrollar sus propias piezas, Nardin aprendió los secretos de la técnica relojera de su padre, Léonard Fréderic, y más tarde de William Dubois, considerado uno de los principales fabricantes de relojes de precisión del momento.
Finalmente, en 1846 Ulysse Nardin dio por finalizada su etapa de formación y fundó en Le Locle su propia compañía, centrada especialmente en la fabricación de relojes para Sur América y América Central, que se comercializaba a través del intermediario parisino Lucien Dubois, que fue su único cliente durante los primeros dos años.
En 1860, Ulysse adquirió un regulador astronómico de alta precisión que le serviría para calibrar sus cronómetros de bolsillo; se trataba de una valiosa pieza que había construido Jacques-Frédéric Houriet cerca de 1768. La gran precisión y calidad de sus guarda tiempos –principalmente, cronómetros de bolsillo, repeticiones de minutos y piezas “grande complication”- hizo que la firma fuera ganando reputación en la zona de Le Locle. Paralelamente, Ulysse Nardin realizaba sus primeras exportaciones a Estados Unidos. La Exposición Internacional celebrada en Londres dos años después coronó la firma de Le Locle con el premio más importante, “The Prize Medal”, en la categoría de “Relojes complicados y cronómetros de bolsillo”.

Manufactura de Ulysse Nardin en Le Locle.
En 1865, la empresa se mudaba a las que aún hoy son sus instalaciones, en el número 3 de la ruedu Jardin, lo que indica el importante crecimiento que había experimentado en sus primeras décadas de existencia. El 20 de febrero de 1876, Ulysse Nardin moría a la temprana edad de 53 años, probablemente a causa de un ataque al corazón, y su hijo Paul-David, de sólo 21 años, tuvo que hacerse cargo de la compañía. Sin embargo, muy pronto empezó a demostrar que sus conocimientos estaban a la altura de los de su padre, como constata la Medalla de Oro recibida en la Exposición Universal de París de 1878 por sus cronómetros marinos y de bolsillo, sin duda, la gran especialidad de la casa.
Los galardones y las patentes se sucedieron para la marca durante las últimas décadas del siglo XIX: en 1890, Ulysse Nardin ganó el primer premio en la Exposición Universal de Chicago por su singular cronómetro de oro y plata, decorado con una ilustración alegórica de las Artes y las Ciencias. La maestría técnica de Paul- David, además, le permitió dotar a nueve cronómetros de bolsillo de escapes de tourbillon a partir de 1900.
Récords de precisión
En 1904, la firma proveía de cronómetros marinos tanto al almirantazgo ruso como al japonés. El gobierno Imperial nipón se convirtiría, después de la guerra rusojaponesa, en el principal cliente de Ulysse Nardin, e incluso el Emperador y el Príncipe adquirieron, en 1908, tres cronómetros de bolsillo de la marca de Le Locle.
Paralelamente, en Europa estos cronómetros seguían rompiendo récords de precisión (como sucedió en la competición organizada por el Observatorio de Hamburgo en 1906, con los siete primeros puestos conseguidos en el Observatorio Naval de Washington DC) y acumulando premios, como la Medalla de Oro conseguida en la Exposición Internacional de Milán. En 1910, Ulysse Nardin recibió otra Medalla de Oro en el Centenario de la Exposición Universal de Buenos Aires. En 1911 Paul-David obtuvo su tercera patente (las dos anteriores databan de 1990) por un sistema que evitaba el salto incontrolado de la rueda cronográfica.
Cinco años después, la firma producía un nuevo movimiento de sólo 13” que, por sus dimensiones, tanto podía ser usado en relojes de bolsillo como de pulsera. La historia de Ulysse Nardin en las décadas siguientes se resumen en una contínua lluvia de premios y reconocimientos conseguidos en exposiciones y concursos de cronometría: Primer Premio de la Competición Internacional organizada por el Observatorio de Neuchâtel en 1923 para conmemorar el centenario de la muerte de Abraham-Louis Breguet (recogió el galardón Ernest Nardin, tercera generación al cargo de la marca), numerosas medallas de oro para el cronógrafo de bolsillo con segundos desdoblados lanzado en 1935 (con precisión hasta las décimas de segundo) y varios primeros premios en las ferias internacionales de Barcelona, Zúrich y Nueva York.

Modelo Ulysse Nardin Genghis Khan.
En 1950, y gracias a un cronómetro ajustado por Louis Augsburger, la compañía rompió todos los récords de cronometría desde 1901. La supremacía de la firma en este campo fue tal que, cuando en 1975 el Observatorio de Neuchâtel hizo pública su última publicación oficial en lo referente al rendimiento cronométrico, que cubría el periodo entre 1846 y 1975, Ulysse Nardin había obtenido 4.324 certificados para cronómetros marinos mecánicos de un total de 4.504, y 2.411 Premios Especiales, de los cuales 1.069 fueron Primeros Premios. La firma también contó 747 Primeros Premios en las categorías de reloj de sobre mesa, cronógrafo de bolsillo y reloj de pulsera.
Nueva etapa
Como tantas otras marcas, a principios de los años ’80 Ulysse Nardin estaba tratando de sobreponerse a los efectos de la revolución del cuarzo, cuando, en 1983, un grupo financiero liderado por Rolf W. Schnyder se hizo cargo de la compañía. Schnyder tenía la intención –sin duda arriesgada, en aquellas circunstancias- de verticalizar la producción para poder afrontar el diseño y la producción de piezas de alta calidad con un gran nivel de innovación técnica y un nuevo enfoque que apartaba la marca de la corriente principal de la relojería. Para ello se rodeó de un importante equipo técnico, liderado por Ludwig Oechslin, matemático, astrónomo y un experto relojero, caracterizado por su desprejuiciada aproximación al diseño y concepción de guarda tiempos.
Impresionado por un astrolabio de pared que Oechslin había elaborado un tiempo atrás, Schnyder encargó al relojero la misión de reducirlo para convertirlo en reloj de pulsera. El Astrolabio Galileo Galilei, lanzado en 1985 como la primera de tres piezas extraordinarias que debían conformar la colección Trilogía del Tiempo, representaba a la perfección el nuevo rumbo que Rolf W. Schnyder pretendía dar a Ulysse Nardin. La complejidad del Galileo Galilei, capaz de indicar la posición en el cielo del Sol, la Luna y las estrellas a qualquier hora, le valdría cuatro años después una mención en el Libro Guiness de los Récords.
La Trilogía del Tiempo tuvo continuidad en 1988 con el lanzamiento del Planetario Copernicus, que homenajeaba al astrónomo polaco, y fue completada cuatro años después con el Tellerium Johanes Kepler. Pero la maestría y el carácter innovador de la marca no se ceñía a esta colección: el San Marco –primer repetición de minutos de pulsera con autómatas- el cronógrafo con segundos desdoblados Berlin daban buena cuenta del nuevo posicionamiento de Ulysse Nardin en el mercado del lujo.
En 1996, la compañía celebró su 150º aniversario, y lo hizo volviendo a sus orígenes, con el Cronómetro Marino 1846, un reloj de pulsera que evocaba las primeras piezas producidas por Nardin. Además, la firma lanzó el innovador Perpetual Ludwig, llamado así en honor a su creador, Ludwig Oechslin. Tres años después, Ulysse Nardin iría más allá, integrando en una misma pieza las complicaciones de calendario perpetuo y GMT.
Sin embargo, fue con la llegada del nuevo milenio que Oechslin y su equipo rompieron todos los moldes con la creación del modelo Freak, un tourbillon con siete días de reserva de marcha, sin esfera, agujas ni corona, y en el cual es el movimiento completo el que completa un giro cada 60 minutos para indicar la hora, gracias a una gran rueda dentada situada en el interior del bisel.Además de ser revolucionario en todos los aspectos, desde el estético al técnico -sin olvidar su peculiar sistema de carga a través del giro de un bisel-, el Freak fue el primer reloj en utilizar el silicio para el escape.

Uno de los relojes significativos de la marca: el Freak Blue Fanthom
Un año más tarde, la marca volvería a sorprender con una pieza que es más una obra de arte que un reloj para llevar en la muñeca: el tourbillon Genghis Kahn, dotado de repetición de minutos y embellecido por el gracioso movimiento de unos autómatas. Durante toda su etapa moderna, pero sobre todo en la última década, Ulysse Nardin ha alternado la fabricación de piezas de carácter más utilitario con la creación de los extremadamente complejos y revolucionarios modelos surgidos del genio creativo de Oechslin y del equipo de diseño de la marca.
Relojes como el Sonata (2003), el Minute Repeater Circus (2004), las nuevas generaciones del Freak (la más reciente de las cuales acaba de ser presetada en Basilea) o las dos últimas creaciones planetarias de Oechslin lanzadas en 2009 -el hipnotizador Moonstruck, dotado de una indicación de fase lunar de altísima precisión, y el Planet Earth, un imponente planetario de sobre mesa- son las que han situado la firma de Le Locle entre las más apreciadas entre los amantes de la Alta Relojería, tanto por el cuidado estético de sus diseños como por su capacidad de afrontar las más sorprendentes complicaciones.
Este artículo ha sido publicado en el número 45 de la revista Máquinas del Tiempo.