Si todo lo que hay que pedir a un calibre es que sea bueno, fiable y económico, no hay duda de que el Seiko 7S26A estará en el primer lugar de nuestra lista de preferencias. Es un tópico demasiado manido que la relojería es sinónimo de «Swiss Made» y que no hay nada más allá de sus fronteras, con la reconocida excepción de las creaciones alemanas de Glashu?tte. Por suerte para los que no hacen de la denominación de origen una bandera, pueden tener en sus manos relojes mecánicos de altas prestaciones y a precios realmente contenidos gracias a este modesto calibre japonés: el 7S26A de Seiko.
El seiko 7S26A en cifra
Se trata de un calibre que, con sus 21.600 alternancias por hora (3 Hz), podemos considerar semirápido. Tiene un diámetro de 27 milímetros -o 27,4 milímetros, si se considera la bata de plástico negra- y un grosor de 4,9 milímetros. Está equipado con 21 rubíes y tiene una reserva de marcha de 45 horas, y apenas está compuesto por medio centenar de piezas.
Un calibre automático integrado
Se trata de un calibre pragmático en extremo, que renuncia a refinamientos y sutilezas con el objetivo de conseguir la máxima precisión y fiabilidad, minimizando los costes y adoptando soluciones sencillas en cada uno de los sistemas que lo componen.
Tiene indicación de horas, minutos, segundero central, día del mes y día de la semana. La tija permite tres posiciones: reposo; una primera extracción para cambio rápido del día del mes, girando la corona en un sentido; y girando en sentido contrario, del día de la semana. Hay que tener la precaución de no realizar un cambio de fecha entre las nueve de la noche y las cuatro de la madrugada para evitar posibles averías del sistema de cambio rápido. La tercera posición de la corona, totalmente extraída, nos permitirá el consabido ajuste de la hora y de los minutos.
La concepción del 7S26A es la de un calibre de remonte automático integrado; es decir, nació pensado para tener un sistema de carga del muelle real automático. Y tanto fue así que no es posible dar cuerda al reloj si no es moviéndolo. Las instrucciones de uso indican que, si el reloj está parado, para ponerlo en funcionamiento debe oscilarse en un arco horizontal durante unos treinta segundos.
La primera impresión: austeridad
Después de quitar el movimiento de su caja -lo cual resulta muy sencillo, ya que la liberación de la tija es mediante una simple presión sobre el tirete -, uno se encuentra ante un calibre austero, del que destaca el anillo de plástico que circunda el contorno de la platina: he aquí la primera consecuencia del pragmatismo en el diseño.
No cabe ninguna duda que, quienes valoran una relojería tradicional, en la que el uso del metal era sinónimo de maestría y de dominio de la técnica, tendrán en menor consideración aquellos calibres en los que se utilicen elementos de plástico, relegándolos incluso al nivel de los relojes de «baratillo». Sin embargo, nada más lejos de la realidad en el caso del Seiko 7S26A, ya que la marca ha sabido aunar la tradicionalidad con la funcionalidad que proporcionan los materiales no metálicos, allí donde puedan suponer una mayor sencillez, sin perjuicio de la calidad.
Este anillo de plástico aporta una mejor protección contra golpes respecto a un anillo metálico, y sirve como sujeción de las patas de la esfera, sin necesidad de usar elementos de presión: es en esos orificios donde se encajan las patas de la esfera; debido a la fricción que hace la superficie de plástico no es necesario ningún elemento que presione sobre las patas para mantener su fijación. Además, se crea un reborde sobre el cual descansa la esfera que evita que ésta roce con el disco del día de la semana y del día del mes.
El reverso nos ofrece una imagen monocromática y sosa, también hay que decirlo, del calibre. Su rotor troquelado y con la inscripción «TWENTY-ONE JEWELS SEIKO TIME CORP 7S26A» así como la grafía SEIKO en el puente del barrilete y del tren de rodaje, respectivamente. Esta es otra prueba de la simplicidad del diseño: un solo puente para el sistema automático y para una parte del tren de rodaje.
Seguimos con el sistema de calendario
Con apenas media docena de piezas se logra un sistema de calendario con indicación del día del mes y del día de la semana y, además, con cambio rápido. Esta simplicidad se consigue mediante la eliminación del piñón de remontar –o, mejor dicho, con el uso de este piñón como unión del movimiento de la corona con el engranaje del cambio rápido de fecha. Este engranaje metálico y de color dorado engrana con una rueda con forma de estrella de plástico y de eje pivotante.
Al girar en un sentido, hace avanzar directamente el disco del día del mes mediante el impulso directo de los dientes del mismo. Cuando la corona gira en sentido contrario, en cambio, esta estrella de plástico traslada su eje de rotación para engranar con la rueda del cambio rápido del día de la semana. El sistema no podía ser más simple, práctico y eficaz.
Volvemos, pues, a encontrarnos con dos elementos de plástico. En este caso, su uso está justificado por evitar que haya que lubricar estos engranajes, como sucedería si fueran metálicos. Son piezas que funcionan en contadas ocasiones, y precisamente por su poco uso, los aceites tienden a espesarse. Así pues, eliminando la necesidad de aceitar conseguimos prevenir posibles averías.
Siguiendo con la foto 10, podemos apreciar otra pieza de plástico, en este caso negra. Es la rueda del cambio de fecha, que viene accionada por el sistema de minutaría. Es decir, es el cambio normal de fecha. Se trata de una pieza en forma de doble espiral (como nuestra galaxia); uno de los brazos pasa por debajo del anillo que sujeta el disco del día del mes, mientras el otro pasa por encima y engrana bajo el disco del día de la semana para su accionamiento. Este anillo de sujeción presenta la singularidad de tener un tornillo con cabeza tipo Phillips, muy poco habitual en el mundo de la relojería, mientras que los otros tres son de cabeza plana y ranurada.
Del plástico al metal
Cuando damos la vuelta al movimiento pasamos del mundo del plástico al mundo del metal, ya que no volveremos a encontrar más piezas de plástico en el calibre. Al quitar el rotor con cojinete de bolas nos damos cuenta de que el diseño no tiene nada que ver con los habituales suizos, y sorprende especialmente el sistema de remonte automático tan característico, del cual el calibre toma su apodo «palanca mágica».
Al girar el rotor, la corona dentada engrana con la primera rueda de reducción. Las dos palancas tienen un punto de giro excéntrico respecto al de la primera rueda de reducción, lo que permite un movimiento de vaivén, como si se tratara de la rueda de una locomotora de vapor. En la foto 4 se puede ver una ampliación de dichas palancas donde se aprecian con claridad los garfios que hacen girar la segunda rueda de reducción. Debido al movimiento de vaivén, los garfios empujan el lateral de la segunda rueda de reducción, que tiene un fino dentado perimetral, de forma que convierten un movimiento de traslación recto en un movimiento de giro de la rueda.
No obstante, esta solución es quizá el punto más débil del sistema, debido a los rozamientos que se crean y al desgaste consecuente que sufre el fino dentado perimetral. Dicha rueda, por su parte inferior, tiene un piñón que engrana directamente sobre la rueda del rochete, que es la que consigue la carga del muelle real.
Seguimos con soluciones singulares y sumamente prácticas: el trinquete. Si habitualmente en otros calibres aparece el trinquete (con la misión de frenar el desarmado del muelle real) y, a su vez, un muelle de trinquete (muy dado a volar por los aires cuando se desmonta el reloj), en este caso es una sola pieza, lo que no sólo se evita el problema de que pueda salir volando, sino que permite una colocación sencilla y muy rápida.
En definitiva: con pocas piezas se consigue un sistema de remonte automático bidireccional (el muelle real carga en los dos sentidos de giro del rotor) de fácil mantenimiento y operativa.
El tren de rodaje de segundos directos
El Seiko 7S26A es un calibre de segundos directos; es decir, la rueda segunda o de segundos acciona directamente la aguja segundera. Cuando se trata de calibres con segundero descentrado es fácil, pero cuando el se gundero es central, tiene la complejidad añadida que sobre dicho eje deben girar tanto la rueda de centro -de los minutos- como la de los segundos. En la figura 1 se ve el esquema de cómo están dispuestas las diferentes ruedas del calibre: el barrilete (a), engrana con el piñón de la rueda de centro (b), mintras que los dientes de ésta engranan con el piñón de la rueda primera (c) y los dientes de ésta engranan con el piñón de la rueda de segundos (d). Los dientes de la rueda de segundos, engranan con el piñón de la rueda de escape (e), finalizando así el recorrido por el tren de rodaje.
La rueda de segundos está situada en el centro del reloj y su eje pasa por dentro del eje de la rueda de centro, también situada en el centro del reloj. Sobre el eje de la rueda de centro, en la parte de la esfera, se encasta el cañón de minutos, que es donde se coloca la aguja de los minutos. El eje de la rueda de segundos sobresale del cañón de minutos y es donde se ajusta la aguja de los segundos.
En las fotos 6, 7 y 8 pueden verse los diferentes componentes del tren de rodaje y el lugar donde están situados. Como puede apreciarse en las fotografías, no hay de coraciones ni acabados refinados en ninguna de las piezas y diversos componentes, sobre los que seguramente no ha habido manipulación humana alguna. Sin embargo todas las piezas cumplen su función de forma óptima e incluso hay detalles que no tienen calibres de gama y precio superiores, como el sistema antichoque para la rueda de escape y la rueda primera. Concretamente se trata del sistema «Diafix», que consiste, igual que los otros, en un muelle que permite que el contrapivote tenga juego ante los golpes o movimientos bruscos. Este sistema utiliza un muelle en forma de lazo.
El conjunto volante-espiral: corazón del calibre
El conjunto volante-espiral mantiene la tónica de funcionalidad y simplicidad del resto del calibre. El sistema antichoque, es del tipo «Diashock», patentado por Seiko, y, al igual que en el caso del «Diafix», el muelle tiene la forma del contorno de un lazo. El ajuste de la longitud útil del espiral y, por tanto, la posibilidad de provocar un ligero adelanto o retraso del reloj, se realiza actuando directamente sobre la raqueta. Junto a la raqueta está el porta pitón móvil que nos permitirá ajustar el ángulo muerto del áncora; es decir, que en posición de reposo el dardo del áncora esté a mitad de su recorrido.
En la foto 7 pueden verse, en el reverso del volante -de dos brazos; una de las pocas piezas pulidas del calibre-, dos muescas en la llanta. Se trata de dos hendiduras realizadas mediante láser para su equilibrado. Una técnica sencilla y eficaz (de fácil ejecución con la maquinaria moderna) que ofrece un óptimo resultado.
Otra curiosidad es la construcción del áncora: su cara superior (la que vemos cuando desmontamos el reloj) parece como si estuviera inacabada debido a que su interior está hueco. Sin embargo, su cara inferior está totalmente lisa y pulida. Es una manera -nada estética- de aligerar peso de este componente.
En resumen: bueno, fiable y económico
Esas son las tres premisas que se han tenido en cuenta cuando se diseñaba este calibre. Se han dejado de lado esfuerzos en conseguir un calibre «bonito» para dedicarlos a que éste fuera «fiable». El uso de elementos de plástico está plenamente justificado y no altera, en modo alguno, las prestaciones del reloj; es más, las aumenta, ya que no hay movimientos tan económicos con la calidad y prestaciones del 7S26A.
Las soluciones técnicas a cada una de las necesidades de los diferentes sistemas que lo componen son honestas e ingeniosas, y no tienen nada que envidiar a los diseños suizos. Incluso la posible incomodidad de no poder dar cuerda al reloj mediante la corona queda suplida por lo agradecido que es el sistema de carga, ya que se pone nuevamente en marcha con tan sólo con unos leves movimientos del reloj.
En definitiva, este calibre es una excelente opción como para que los aficionados que empiezan a sentir el gusanillo de los relojes mecánicos realicen su primera adquisición.
Este artículo ha sido publicado en el número 20 de la revista Máquinas del Tiempo.