El año que acabamos de dejar atrás fue muy especial para la firma relojera Ebel, que el pasado 15 de julio celebró su 100º aniversario. Durante este siglo de historia, la marca de La Chaux-de-Fonds ha sabido mantener los valores y el carácter pionero infundidos por sus fundadores, Eugène Blum i Alice Lévy.
Utilizando el acrónimo de sus propios nombres -Eugène Blum et Lévy: “Ebel”-, empezaron a fabricar, a partir de 1912, todo tipo de guardatiempos, desde modelos de Alta Joyería para mujer hasta elegantes relojes masculinos, que progresivamente irían abandonando el bolsillo del chaleco para lucir en la muñeca. Mientras Alice se encargaba del día a día del negocio e incluso se involucraba en los aspectos creativos del diseño de las colecciones, Eugène era el responsable de la parte comercial, y a menudo tenía que viajar por todo el continente para encontrar nuevos clientes.

Eugene Blum y Alice Le?vy
Gracias a su trabajo conjunto, la firma mostró una gran capacidad para la fabricación de piezas refinadas y fiables, lo que muy pronto se vería recompensado con la obtención de varios premios y reconocimientos en ferias y exhibiciones. Uno de los primeros fue la medalla de oro recibida en la Exposición Nacional Suiza de 1914, celebrada en Berna, por sus relojes-anillo.
El prestigio adquirido en el evento hizo que muchas marcas encargaran a Ebel la fabricación de relojes para ser vendidos con sus propios nombres, lo que se convertiría en la principal actividad de la compañía durante las décadas siguientes. En 1925, la firma recibió el “Diplome commémoratif de Grand Prix” por los relojes-joya presentados en la Exposición Internacional de las Artes Decorativas, celebrada en París.
Incorporado a la empresa familiar en 1929, Charles-Eugène Blum, hijo del matrimonio fundador, realizó un gran esfuerzo por aumentar la competitividad de la misma, y junto al prestigioso relojero Marcel Reuche introdujo un innovador sistema de control de producción que pronto empezaría a dar frutos. La elaboración de calibres más fiables y precisos hizo incluso que grandes marcas de la relojería recurrieran a Ebel para adquirir sus movimientos.
En el contexto de este empeño por conseguir la máxima fiabilidad técnica, Ebel se convirtió, en 1935, en la primera manufactura suiza en usar el sistema “Western Electric”, precursor del vibrógrafo y primer aparato capaz de medir la precisión de los movimientos relojeros. Asimismo, la firma sería una de las principales promotoras, en 1957, de la creación del “Contrôle Technique des Montres (CTM), un conjunto de controles que tenían como objetivo garantizar la precisión de los relojes de fabricación suiza.
Amplia producción
Aunque los encargos de otras marcas ocuparon la mayor parte de la producción de Ebel durante varias décadas, la compañía no dejó nunca de lado la elaboración de guardatiempos con su propio nombre. En 1930, por ejemplo, lanzó una amplia colección relojera, que fue presentada en la primera feria de Basilea dedicada a la joyería y la relojería; y entre 1939 y 1945 se convirtió en proveedor de la Royal Air Force, la fuerza aérea británica.
Además, Ebel produjo un gran número de piezas para el mercado americano, que se comercializaban bajo la firma “Paul Breguette”. Durante un largo periodo después de la guerra, Ebel se caracterizó por la fabricación de relojes técnicamente impecables, si bien había perdido algo del carácter innovador que había caracterizado la etapa de Alice Lévy. Sin embargo, cabe destacar la creación de modelos como el Videomatic, de 1952, uno de los primeros relojes con movimiento automático “à retort”; o el Châtelain, de 1954, inspirado en un diseño original de cadena Châtelain. En 1961, la firma celebró su 50º aniversario con el lanzamiento del modelo President y la creación del calibre 059, cuya corona de carga manual giraba del revés.
Como sucede a menudo en el mundo empresarial, fue un nuevo relevo generacional el que proporcionó el impulso que necesitaba la firma para situarse entre los nombres de referencia de la Alta Relojería. Éste se produjo a principios de la década de los ’70, cuando Pierre-Alain Blum, hijo de Charles-Eugène, respondió a los ruegos de su padre (e incluso a sus amenazas de vender la compañía) y abandonó una prometedora carrera en los Estados Unidos para volver a su Suiza natal, no sin ciertas reticencias.
Cuando finalmente tomó las riendas de Ebel, Pierre-Alain Blum demostró tener el carácter emprendedor y el buen olfato de sus abuelos, que pronto se traduciría para la marca en el reconocimiento internacional –que vino acompañado de un fortalecimiento de la red comercial en todo el mundo- y un crecimiento que lo llevó de tener 40 empleados en 1970, a los 700 de 1988.

Pierre-Alain Blum.
La primera gran creación de Pierre-Alain fue el modelo Sport Classic, lanzado en 1977. Se caracterizaba por una estética claramente deportiva y, sobre todo, por su innovador armis de formas onduladas, que con el tiempo se convertiría en un elemento visual distintivo de la marca. Este lanzamiento fue seguido, los años sucesivos, por el de otros importantes modelos, como el Cronógrafo con Calendario Perpetuo (1984), la colección Beluga (1986) y, un año después, la serie 1911. Para reforzar esta nueva imagen, la compañía llevó a cabo varias iniciativas, como el patrocinio de eventos deportivos -la Copa Davis de tenis o el Open de Suiza de golf, sin ir más lejos- además de tenistas de primera línea, como Stefan Edberg, André Agassi o Boris Becker.
Ebel y Le Corbusier
Fue también durante los años ’80, cuando Ebel introdujo su emblemática rúbrica “Los Arquitectos del Tiempo”, con la que pretendía reflejar su concepción de la relojería. Al igual que ésta, la arquitectura se sitúa en la frontera entre el arte y la ingeniería, entre la tecnología y la artesanía, y por ello Pierre-Alain Blum la tomó como fuente de inspiración.
La celebración del 75º aniversario de la manufactura, en 1986, fue una excelente excusa para rubricar esta pasión por la arquitectura, y Ebel adquirió y remodeló la Villa Turque, un edificio construido en 1916 por el gran arquitecto Charles Edouard Jeanneret, más conocido por Le Corbusier. Máxima expresión de la búsqueda de las líneas puras por parte del arquitecto suizo, la Villa Turque ejemplifica el perfecto equilibrio entre la armonía visual y la funcionalidad práctica, algo que Blum quería reflejar en las piezas de
la firma.
La década de los ’90 empezó con el lanzamiento de modelos emblemáticos como el Beluga Lichine, en 1991, o el Sportwave, en 1993. Sin embargo, las novedades más significativas se produjeron en el ámbito institucional: Pierre-Alain Blum dejó la compañía, que fue adquirida en 1994 por un grupo de inversión angloárabe llamado InvestCorp. Ello no influyó en el aspecto comercial y productivo (sin ir más lejos, en 1995 Ebel presentó el Calibre 137, un movimiento de carga manual dotado del certificado de cronómetro COSC), pero marcó el inicio de un pequeño periplo para la empresa, que en 1999 cambiaría de manos de nuevo para recalar en el grupo del sector del lujo LVMH, propietario de otras firmas de prestigio como TAG Heuer o Zentith.
De este periodo destacan modelos como el Classic Wave, el Beluga Tonneau o el 1911 Le Carrée, pero, sobre todo, el relanzamiento de la producción piezas de Alta Joyería, que se produjo con la colección “Gems of the Ocean”, y que tuvo continuidad un año más tarde
con “Gems of the Night”.
Nueva etapa
En 2004, finalmente, Ebel fue adquirida por el grupo Movado, cuyo presidente, Ephraim Grinberg, era un viejo admirador de la marca de La Chaux-de-Fonds. El nuevo propietario se implicó personalmente en la política de diseño de la marca, y propugnó un retorno a las formas y a los elementos visuales que la definían y la hacían reconocible.
Bajo su presidencia, los modelos masculinos de corte deportivo y las elegantes colecciones femeninas retomaron el protagonismo, y algunas de las piezas más representativas de la firma fueron recuperadas y adaptadas a los nuevos tiempos. Es el caso, por ejemplo, de la colección 1911, que 20 años después de su creación se relanzaba, totalmente renovada, con tres nuevos modelos.

Campaña publicitaria con el embajador y tenista Stefan Edberg.
Haciendo honor al prestigio que siempre había poseído por la gran fiabilidad y precisión de sus calibres, Ebel presentó en pocos años varios movimientos diseñados y realizados en sus propios talleres: el calibre 288, con calendario perpetuo, y el calibre 240, con GMT (ambos, de 2006), además del calibre cronográfico 139. En el ámbito institucional, la imagen de Ebel se reforzó con caras famosas como Michelle Pfeiffer y Gisele Bundchen, que protagonizaron campañas publicitarias para la marca. Además, en los últimos años la firma ha vuelto a entrar con fuerza en el mundo del deporte, por ejemplo, con el patrocinio de varios equipos de fútbol como el Arsenal, el FC Bayern de Múnich o el Ajax de Amsterdam.
Hoy, la firma cuenta con una sólida posición en el sector gracias a una fórmula que combina la fabricación de guarda tiempos de marcada personalidad y animados por calibres propios, con sofisticadas piezas femeninas, dotadas de una inconfundible imagen que Ebel ha forjado a lo largo de su historia. 101 años después de su nacimiento, los Arquitectos del Tiempo siguen ofreciendo firmes construcciones de líneas imperecederas que conjugan armónicamente pragmatismo y creatividad.
Este artículo ha sido publicado en el número 38 de la revista Máquinas del Tiempo.