Aunque pueda parecer paradójico, la historia de Girard-Perregaux empieza mucho antes de que Constant Girard y Marie Perregaux se conocieran y fundaran su propia manufactura relojera. Es más, comienza mucho antes del nacimiento de los dos. Y es que, en 1791, el joven relojero Jean-François Bautte (1772-1837) empezaba a firmar sus propias piezas en el taller que había inaugurado. Éste es el verdadero germen de Girard- Perregaux.

Procedente de una modesta familia obrera, Bautte quedó huérfano muy temprano y a la edad de 12 años empezó a trabajar como aprendiz en un taller de relojería. Allí aprendió varias técnicas y oficios relacionados con el oficio de la relojería -montaje de cajas, grabado guilloché, joyería y orfebrería-, y a los 19 años empezó a elaborar sus propios guarda tiempos, además de joyas, cajas de música y otros productos de lujo. Muy pronto la reputación de Bautte empezó a crecer, sobre todo por su maestría en la fabricación de relojes ultra planos. Su buen olfato para los negocios, por otra parte, le permitió ampliar el negocio hasta el punto de expandirse a ciudades como París o Florencia, y sus piezas se comercializaron en Turquía, India y China.

A la muerte de Jean-François Bautte en 1837, su hijo Jacques y su yerno Jean-Samuel Rossel heredaron todos sus conocimientos y continuaron con el negocio (aunque más tarde Rossel se haría cargo de él a solas, asistido pos su hijo y futuro sucesor Jacques Rossel).

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Jean François Bautte.

El fruto de un matrimonio

Unos años después de la muerte de Bautte, empezaba la carrera de otro brillante relojero, natural de La Chauxde-Fonds. Constant Otherin-Girard (1825-1903) empezó trabajando junto a otros socios en varias firmas colectivas, hasta que en 1852 su nombre empezó a aparecer en sus creaciones: “Girard & Cie”. Sin embargo, dos años después Costant contrajo matrimonio con Marie Perregaux, criada en una familia de relojeros de Le Locle, y de la unión de sus apellidos nació en 1856 la firma Girard-Perregaux, ubicada en La Chaux-de-Fonds.

Muy pronto la empresa empezó a crecer y consolidarse, e incluso fue pionera en la comercialización de relojes suizos en América. Constant dedicó muchos años a la invención de nuevos sistemas de escape, y en particular, de tourbillones. En 1867, y después de años de experimentación, presentó su famoso modelo de tourbillon con tres puentes de oro, que le valdría una medalla de oro en la Exposición Universal de París de 1889 y que incluso llegó a ser declarado “inelegible” en 1901 porque no podía ser igualado.

La capacidad de innovación de Constant Girard se demostró una vez más en 1880, cuando, por encargo del Emperador Guillermo I de Alemania, desarrolló un modelo revolucionario de reloj de pulsera para los oficiales de la Marina. Los dos mil ejemplares producidos marcan la primera venta a gran escala de la historia de la relojería. Sin embargo, la idea del reloj de pulsera fue considerada extravagante y la producción del reloj resultó
discontinua.En 1903 murió Constant Otherin-Girard, y su hijo Constant Girard-Gallet tomó el control de la empresa.

Los tres hermanos de Marie Perregaux, Henri, Jules y François, también se incorporaron al negocio, como representantes de la misma en América (los dos primeros) y Asia (François). Por aquel entonces, la marca ya era internacionalmente reconocida por la calidad y precisión de sus piezas, como demuestra el hecho de que el conde Ferdinand von Zeppelin las utilizara en las pruebas aeronáuticas de su famoso dirigible a principios de siglo o que, en 1905, Girard-Perregaux fuera designado miembro permanente del jurado de las principales exposiciones relojeras.

Tres años más tarde, Girard-Perregaux & Cie absorbía la vieja y prestigiosa firma relojera Bautte -de la que hemos hablado al principio del artículo-, que también contaba con una gran reputación en el ámbito de la cronometría. De este modo, se considera que las raíces de la marca se hunden hasta la última década del siglo XVI, cuando Jean-François Bautte empezó a firmar sus piezas.

Las primeras décadas del siglo XX estuvieron marcadas por la paulatina introducción del reloj de pulsera, el cual empezó a gozar de la popularidad que se le había negado a Constant Girard cuando ideó sus modelos militares en 1880. Sin embargo, no fue hasta 1930 cuando las ventas de este tipo de reloj superaron por primera vez las de relojes de bolsillo.

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Girard -Perregaux de bolsillo triple puente tourbillon de 1867.

Dos años antes de que ello sucediera, sin embargo, había tenido lugar otro cambio significativo en la historia de la manufactura: la compra de la misma por parte del relojero alemán Otto Graef (1862-1948), propietario de la firma MIMO (acrónimo de “Manufacture Internationale des Montres Or”).

Una nueva dinastía

Nacido en la pequeña población rural de Allsted, Graef se formó como relojero y, más tarde, como orfebre. Después de trabajar durante años en su Alemania natal, decidió probar suerte en Suiza, y cuando aún no había cumplido los 20 años se mudó a La Chaux-de-Fonds, uno de los centros relojeros del Jura suizo. Allí, estuvo trabajando en varios talleres, hasta que en 1889 abrió su propia manufactura. Fiel a sus orígenes, Graef vendió sus primeras piezas principalmente en los mercados alemán y austríaco, pero con la incorporación de sus tres hijos al negocio en 1913 la compañía tomaría una dimensión más global.

La adquisición de Girard-Perregaux por parte de Graef significaba el inicio de la tercera gran dinastía relojera en la historia de la marca. A lo largo de las tres generaciones en que la familia Graef estuvo al frente, ésta ganó una gran proyección internacional, especialmente en los Estados Unidos (mientras que MIMO se mantuvo más presente en el mercado europeo). El tercer hijo de Otto, Jean R Graef, fue el presidente de la filial americana de Girard-Perregaux, inaugurada en 1932, mientras que los otros dos, Willy y Paul, trabajaron con su padre en Suiza.

Más tarde se incorporaría a la casa la tercera generación Graef, formada por Jean-Pierre, Jean-Edouard Friedrich y Charles-Edouard Virchaud, quien más tarde se encargaría de reunir una gran cantidad de piezas históricas de la marca, que hoy forman parte de la colección exhibida en el Museo Girard-Perregaux.

La Segunda Guerra Mundial apenas afectó el curso de la empresa, y en 1948 empezaron las obras en el edificio del número 1 de la Girardet Place, en La Chaux-de- Fonds, que aún hoy es el cuartel general de la marca. La segunda mitad del siglo XX vio la expansión de la firma en el mercado asiático y, en 1966, la fabricación de su primer calibre mecánico de alta frecuencia, que alcanzaba las 36.000 alternancias por hora y se incluyó en la colección Gyromatic. Hay que tener en cuenta que, por aquel entonces, Girard-Perregaux era una de las pocas firmas en contar con un equipo de I+D “in House”, lo que le otorgaba una ventaja técnica importante respecto a muchos de sus competidores, hasta el punto que el 70% de los certificados cronométricos expedidos en 1967 por el Observatorio de Neuchâtel fue para modelos de la marca.

Sin embargo, estaba a punto de producirse en suiza la revolución del cuarzo, y Girard-Perregaux no sería ajena a este fenómeno; el mismo año que presentaba su movimiento mecánico de alta frecuencia, Girard-Perregaux creó un departamento de investigación electrónica para desarrollar un calibre de cuarzo de muy alta frecuencia que pudiera competir con los movimientos Beta, desarrollados por el Centre Electronique Horloger (CEH) de Neuchâtel. El esfuerzo daría sus frutos tres años después con la producción del primer calibre de cuarzo de alta frecuencia de la marca, que oscilaba a 32.768 hercios, frecuencia que aún hoy se considera estándar para ese tipo de relojes. Uno de los modelos significativos de esta época, marcada por la apuesta de la marca por el cuarzo, fue el modelo Laureato, caracterizado por su diseño deportivo y por su pulsera de satén.

Ante la crisis general de la relojería suiza provocada por la masificación de los relojes de cuarzo y la consecuente irrupción de las marcas asiáticas, Girard- Perregaux fue una de las primeras marcas que optó por diferenciarse y retornar a las tradicionales piezas mecánicas. En 1981, los relojeros de la manufactura emprendieron la fabricación de veinte réplicas del famoso reloj de bolsillo con un tourbillon dotado de tres puentes de oro que había creado por Constant Otherin-Girard en 1867.

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Girard -Perregaux Calibre GR-350 de quarzo, 1970.

Diez años más tarde, este mismo calibre volvería a ser objeto de reedición, en este caso, en una versión miniaturizada para reloj de pulsera, con la cual la marca conmemoraba los primeros guarda tiempos que salieron del taller firmadas por Jean-François Bautte, 200 años atrás. La imagen de los tres puentes dorados en la esfera esqueleteada del reloj se ha convertido desde entonces en un icono para la firma de La Chaux-de- Fonds.

Nueva etapa

Un año después de su bicentenario, un emprendedor italiano, arquitecto y ex corredor de carreras, Luigi Macaluso (1948), se hizo con la mayoría de acciones de la firma relojera y se convirtió en su nuevo Presidente. Macaluso, que había entrado a formar parte del consejo directivo de Girard-Perregaux tres años antes, había sido anteriormente el principal distribuidor de la marca en su país natal. Al igual que sus ilustres precedentes, el ejecutivo cuenta con la ayuda de sus hijos, Stefano y Massimo.

La dirección de Macaluso se ha caracterizado por una gran inversión en la manufactura y, especialmente, en el campo de la investigación y el desarrollo. Además, su pasión por el mundo del automovilismo se ha visto reflejada en algunas de las colecciones de la marca, como sucedió, por ejemplo, en 1993, con el acuerdo con la constructora italiana Ferrari, que trajo al famoso “Cavallino Rampante” a la esfera de un cronógrafo con función Split, y que se amplió a una serie importante de relojes entre 1994 y 2004.

En 2006 la marca amplió su colección de calibres automáticos con dos nuevos movimientos que fueron presentados en el Salón de la Alta Relojería (el GP 2700 y el GP 4500), pero sobre todo sorprendió con el modelo Laureato Evo3 Tourbillon, una reedición de los clásicos tres puentes de la marca, que en esta ocasión estaban elaborados en zafiro.

Los últimos años, la firma ha consolidado su expansión en el mercado asiático con la apertura de dos tiendas en China (en Pequín y Shanghai, ambas en 2007). En el campo de la innovación, cabe destacar el diseño del revolucionario escape de fuerza constante, que fue presentado por Girard-Perregaux en 2008 y que juega con las inigualables prestaciones del silicio, cuyas propiedades –dureza y flexibilidad- permiten crear una lámina ultra fina que realice la función que tradicionalmente se reservaba a la espiral.

Además, la firma también presentó su tourbillon Bi-Axial y unos segundos saltantes. Esta capacidad innovadora y la utilización de nuevos materiales y de las últimas tecnologías muestran que la maestría adquirida por Girard-Perregaux durante sus más de 200 años de historia no se aplica a la mera reproducción de éxitos pasados, sino a la búsqueda de la excelencia técnica; dicho aspecto se ha convertido en un elemento diferencial de la firma y explica en buena parte la saludable situación de la que goza hoy en el ámbito de la Alta Relojería suiza.

Este artículo ha sido publicado en el número 32 de la revista Máquinas del Tiempo.

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