Historia

ALPINA

En 1883, durante la celebración de la Exposición Nacional en Zúrich, un relojero suizo llamado Gottlieb Hauser decidió reunir a los principales relojeros independientes del país en una organización denominada “Corporación de Relojeros Suizos Alpina”. 

S

u objetivo era propiciar la colaboración entre profesionales para optimizar la producción de movimientos y cronómetros, y proteger sus intereses en un momento en el que, inspirada por el éxito de las manufacturas de Estados Unidos, la relojería suiza tendía hacia la creación de grandes compañías y hacia una mayor mecanización, en detrimento de la producción artesanal que seguían practicando muchos pequeños proveedores suizos.

Aunque en un principio la corporación estaba ideada para proporcionar a sus miembros unas mejores condiciones en la adquisición de componentes (por ejemplo, a través de compras colectivas), pronto estuvo en disposición de proporcionar a sus asociados calibres y cronómetros de alta calidad. Los “ebauchés” eran elaborados por la firma ginebrina Duret & Colonnaz y acabados por la marca de Biel Straub & Cie, que también realizaba el montaje de los relojes. En 1890, la sede del sindicato se desplazó a Biel para estar más cerca de esta manufactura, y desde entonces ya no se movería de esta ciudad del norte de Suiza.

En 1901, Staub registró el nombre “Alpina” para proteger los calibres de 12 y 19 líneas que Being J. Straub & Co. fabricaba para la asociación. Desde entonces, casi todos los relojes del sindicato incorporaron en su movimiento el logotipo del círculo inscrito en un triángulo. Siete años más tarde, en el marco de los festejos por su 25º aniversario, la asociación de relojeros registró la marca “Alpina” para denominar aquellos de sus guardatiempos que estaban equipados con los calibres de más calidad de la casa. Igualmente, se impuso un nuevo logotipo: un triángulo equilátero de color rojo que alojaba en su interior un círculo blanco con el nombre de la marca y 12 numerales romanos.

Imágenes históricas de la Union Horlogère Alpina y de su fundador, Gottlieb Hauser.

La casa, denominada ahora “Union Horlogère Alpina”, continuaba creciendo, y en 1909 inauguró una manufactura en Glashütte, la ciudad relojera por excelencia de Alemania. Este nuevo centro de producción se unía a los que la corporación ya tenía en Biel, Ginebra y Besançon (Francia). Tres años más tarde, Alpina fabricó su primer cronómetro en la manufactura sajona.

El advenimiento de la Primera Guerra Mundial tuvo graves consecuencias para Alpina: los países de la Triple Entente pusieron a la compañía en una lista negra por haber invertido capital en la Triple Alianza –además, la casa era proveedora de la marina germana–, lo que provocó una importante caída de ventas. Ello obligó a la Union Horlogère a llevar a cabo una completa reorganización: las manufacturas suizas empezaron a funcionar como una sociedad accionarial, mientras que la filial de Berlín continuó operando como una compañía independiente (autorizada, también, a utilizar la marca “Alpina”). La manufactura de Glashütte también padeció las consecuencias del conflicto bélico –además de tener que hacer frente a varios pleitos por parte de algunos fabricantes locales– y, aunque logró sobrevivir hasta 1922, acabó desapareciendo sin haberse afianzado comercialmente. 

Por suerte, la situación global de la compañía mejoró ostensiblemente tras la finalización de la Primera Guerra Mundial, y muy pronto los relojes Alpina volvieron a comercializarse por todo el continente europeo, donde contaban con cerca de 2.000 puntos de venta. Además, a partir de 1921 Alpina empezó a fabricar modelos de aviador, una tipología de reloj en la que se convertiría en una de las firmas de referencia. 

Solamente el mercado norteamericano se resistía a los encantos de la firma de Biel en el periodo de entreguerras. Para ponerle remedio, en 1929 Alpina firmó una alianza estratégica con la empresa norteamericana Gruen, por la que ambas compañías se daban acceso, recíprocamente, a sus respectivas redes de distribución y a sus centros de producción. Fruto de este acuerdo nació la empresa “Alpina-Gruen Gilde Uhrenaktiengesellschaft (Union Horlogère), con sede en Biel. El modelo más representativo de esta época fue el Tecno, un cronómetro de pulsera pensado para profesionales que necesitaban saber la hora con la precisión de segundos. A pesar de las potenciales ventajas de la “joint-venture” entre la firma de Biel y Gruen, la relación no estuvo exenta de tiranteces, que acabaron desembocando en un prematuro divorcio en 1935.

Proceso del montaje de un reloj Alpina actual.

Alpina y el deporte

Después de dedicar modelos a pilotos y a profesionales, en 1933 Alpina lanzó su primer modelo eminentemente deportivo, denominado Block Uhr, que estaba equipado con una robusta caja de acero y tenía un sistema patentado de corona que la hacía mucho más resistente. Sin embargo, el verdadero salto en este ámbito se produjo cinco años después, cuando la firma estableció, con el modelo Alpina 4, las cuatro calidades que debía poseer todo reloj deportivo: antimagnetismo, hermeticidad, resistencia a los impactos y una robusta caja de acero.

Igual como había sucedido con la Gran Guerra, el estallido de la Segunda Guerra Mundial afectó a la organización de la compañía. La consecuencia más grave del conflicto fue la prohibición de usar la marca Alpina en Alemania, que obligó a la asociación germana a adoptar un nuevo nombre, Deutsche Uhrmacher-Genossenschaft, Dugena, bajo el cual continuaría fabricando sus propios relojes hasta bien entrado el siglo XXI.

La finalización del conflicto bélico coincidió con la presentación del primer movimiento automático de la firma suiza, el calibre 582, que tenía 40 horas de reserva de marcha y ofrecía unas indicaciones de horas, minutos y pequeños segundos. Este lanzamiento era el preludio de una época de esplendor para Alpina, tanto desde el punto de vista comercial como creativo.

En 1953, Alpina celebraba su 70º aniversario y quiso festejarlo con el lanzamiento de un reloj deportivo denominado “Alpina 70”. Estaba equipado con el veterano calibre 592 y, de nuevo, cumplía con los principios de la filosofía “4”. En la esfera, el logotipo de la marca, en color dorado, remarcaba el carácter especial del guardatiempo.

El primer reloj deportivo de la casa con movimiento automático llegaría cuatro años después, con la presentación del elegante President, que estaba equipado con el calibre 584 “Hammerautomatik”. En ese momento, la colección Alpina incluía centenares de modelos. Sin ir más lejos, los participantes en el congreso anual de la compañía que se celebró en 1958 pudieron admirar cerca de 1.000 relojes diferentes, entre los cuales predominaban ya los modelos deportivos.

Veintiún años después de haber revolucionado el concepto del reloj deportivo con el Alpina 4, la firma suiza lanzó el Alpina 4 Chronograph, diseñado bajo los mismos principios de robustez, hermeticidad, amagnetismo y resistencia a los impactos. En su esfera, el reloj lucía una escala de telémetro y una de taquímetro, potencialmente útiles tanto en el mundo del deporte como en el ámbito industrial.

El legendario Alpina 4, que revolucionó el concepto de reloj deportivo en 1938.

Un Alpina 4 de los años 50, con segundos centrales.

El modelo de submarinismo 10 Seastrong, lanzado en 1969. 

Crisis y resurección

En los últimos años de la década de los 60, la firma de Biel encadenó el lanzamiento de modelos notables, como el elegante Tropic-Proof (1968); el Diver “10 Seastrong” (1969), un reloj de submarinismo dotado de un bisel giratorio anterior que se operaba mediante una segunda corona, o el Displomatic (1970), dotado de una moderna caja “tonneau” y de un calibre automático Lemania con función de alarma.

Este periodo especialmente fructífero tuvo, sin embargo, un final abrupto a principios de los años 70, cuando los relojes de cuarzo orientales empezaron a invadir los mercados, llevándose por delante a buena parte de la industria relojera suiza. Como tantas otras firmas, Union Horlogère Alpina no fue capaz de adaptarse a la nueva situación y se vio inmersa en una complicada situación económica. En 1972, la firma de Biel –ahora denominada “Alpina Watch International– fue adquirida por los hermanos Gerl, de Colonia, pero la falta de un proyecto consistente hizo que fuera perdiendo presencia y personalidad, y ni tan siquiera la gradual recuperación de la relojería mecánica a mediados de los años 80 le permitió levantar cabeza.

Por fortuna para los amantes de la relojería, en 2002, cuando Alpina parecía destinada a continuar languideciendo hasta su desaparición, fue rescatada por los empresarios holandeses Aletta y Petter Stas, fundadores y propietarios de Frederique Constant, quienes conocían y admiraban su bagaje histórico y su valor, y querían ser capaces de ofrecer modelos deportivos sin desdibujar la personalidad de la firma que habían creado.

Fiel a su pasado, Alpina resurgió en 2003 con la presentación de la colección Startimer, inspirada en los relojes de aviador fabricados a partir de la década de los años 20. Esta nueva línea estaba formada por varios modelos tres agujas y cronógrafos de líneas puras y elegantes, con esferas que jugaban con la combinación del blanco y el negro.

El modelo de Seastrong Diver Gyre Automatic, que recoge la larga tradición de la firma en la fabricación de robustos modelos de submarinismo.

Alpina Seastrong Diver 300 Heritage, un reloj de submarinismo moderno indpirado en el mítico 10 Seastrong.

La misma combinación de colores –resaltada con toques de rojo– podía encontrarse en el robusto Extreme Diver, el modelo de submarinismo resistente al agua hasta 1.000 metros con el que la firma retomó, en 2005, una tradición en la elaboración de esta tipología de reloj iniciada a finales de los años 60 con el Seastrong.

En 2006, coincidiendo con su 123º aniversario, Alpina se mudó a su nueva manufactura de Plan-les-Ouates, Ginebra, cerca de la sede de Frederique Constant. Se trataba de un paso imprescindible para recuperar la capacidad técnica que había caracterizado a la firma relojera en sus mejores tiempos. Ese mismo año, Alpina presentó el calibre AL-950, un movimiento de regulador automático diseñado y fabricado por los ingenieros y relojeros de la casa.

Tras el Diver y el Avalanche Extreme Regulator, en 2009 Alpina amplió la colección Extreme con el modelo Extreme Tourbillon. En el interior de su robusta caja latía el calibre AL-980, un movimiento manufactura dotado de una rueda de escape y un áncora de silicio que le conferían una gran precisión incluso en las condiciones más extremas.

En 2012, la firma suiza lanzó el modelo Startimer Pilot “Worldtimer Manufacture”, una versión modernizada de los históricos relojes de aviador que había empezado a fabricar en los años 20. Dotado de un calibre manufactura, el reloj ofrecía la función de horas del mundo. Dos años más tarde, Alpina recurría de nuevo a su historia para recuperar los cuatro elementos que definían a sus relojes deportivos desde 1938: hermeticidad, antimagnetismo, resistencia a los golpes y una robusta caja de acero inoxidable. Lo hizo con la colección Alpiner 4, que se estrenó con un cronógrafo y un GMT, ambos, dotados de un bisel giratorio con una escala de 360 grados que evidenciaba su carácter de reloj-herramienta. Un año después, la nueva familia de Alpina creció con la incorporación del Alpiner 4 Manufacture Flyback, equipado con el calibre Al-760, el primer movimiento automático cronográfico realizado “in-house” por Alpina. También en 2015, Alpina se introdujo –de la mano de Frederique Constant– en el mundo de los relojes inteligentes con el lanzamiento del Horological Smartwatch, capaz de ofrecer al usuario múltiples funciones y lecturas con el apoyo de una aplicación para “smartphone”.

El modelo Alpiner Quartz Chronograph, un cronógrafo deportivo inspirado en la filosofía inagurudada con el Alpina 4. 

El Alpiner Quartz Chronograph, de 2018, un reloj inteligente pensado para deportistas y aventureros que combina indicaciones analógicas y digitales.

Tras un 2016 marcado por el lanzamiento de nuevos relojes de submarinismo, en 2017 Alpina dio un paso más con el lanzamiento del Seastrong Horological Smartwatch, un reloj inteligente –con todas las funciones de los modelos anteriores– resistente al agua hasta 100 metros y dotado de un bisel giratorio que permitía utilizarlo para realizar inmersiones subacuáticas. Otra gran novedad de ese año fue el Alpina Startimer Pilot Automatic, un reloj que recuperaba la estética de los viejos modelos de aviación de los años 20 y 30, no sin incorporarle algún toque de modernidad, como el triángulo rojo que señalaba la posición de las 12 horas.

En 2018, Alpina volvió a presentar un reloj inteligente diseñado para los deportistas más extremos. El AlpinerX Outdoors Smartwatch combinaba una esfera analógica con una pantalla digital, y ofrecía un amplio abanico de funciones conectadas especialmente diseñadas para los practicantes de deportes de “outdoor”.

Con las novedades lanzadas en los últimos años, Alpina se ha afianzado como una de las firmas de referencia en el campo de los relojes deportivos, tanto a través de las líneas Alpiner y Seastrong como de sus modernos “smartwatches”. Y ello, sin olvidar otros ámbitos en los que históricamente había destacado la firma nacida en Biel, como los relojes de aviador, que actualmente se agrupan dentro de la colección Startimer. Bajo el paraguas de la casa Frederique Constant, la marca ha sido capaz de dar un importante salto hacia adelante en el aspecto técnico y es capaz de ofrecer desde modelos de cuarzo hasta relojes de manufactura, con seis diferentes calibres elaborados “in-house”.  

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