En 1697, David Sandoz creaba el reloj de la iglesia de La Chaud-de-Fonds, una pequeña población situada en un alto valle de la cadena del Jura suizo, en el cantón de Neuchâtel. David provenía de una de las primeras familias que habían colonizado el valle en el siglo XVI (el primer antepasado del cual se tiene constancia fue Johannes Sandoz, nacido en Le Locle en 1530), y con su trabajo en la iglesia local, inauguraba una historia de relación entre esta ilustre familia y el mundo de la relojería suiza.

Fue una relación larga y provechosa, que contribuyó al progreso en La Chaud-de-Fonds hasta convertirla en la próspera ciudad que es hoy, y en un gran centro producción tecnológica y de la alta relojería.

Medio siglo después del trabajo de David Sandoz, en 1748, otro miembro de la familia, Abram-Louis Sandoz, contribuía a desarrollar los mecanismos, resortes y esferas de los relojes, hasta el punto de que los fabricados en las montañas de Neuchâtel llevaban el patronímico Sandoz. Y tres años más tarde, en 1751, Jacques Sandoz firmó el Oignon, un reloj de bolsillo con caja de latón y esfera de plata, bellamente ornamentado, que hoy se conserva en el Musee International D’horlogerie de La-Chaux-de-Fonds.

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Retrato de Luis Sandoz, 1914.

A lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII y la primera del siglo XIX, continuó la producción de relojes por parte de miembros de la familia; a partir de 1855, los maestros Sandoz se especializaron en la creación de relojes extraplanos y cronómetros.

Sin embargo, habría que esperar hasta 1870 para ver la fundación de la primera factoría de la familia, de la mano de Henri y Jules E. Sandoz. La introducción de maquinaria americana, de la que Sandoz fue pionera, representó una pequeña revolución en la relojería suiza. Gracias a ello, la manufactura pudo incrementar la calidad de las piezas producidas, como refleja la medalla de plata lograda por Ami Sandoz & Hijos de La-Chaux-de-Fonds en 1878, en Paris.

La última década del siglo XIX fue un periodo caracterizado por la innovación, en la empresa, gracias al genio de Henri Frederic Sandoz. Este maestro relojero, además de diseñar un cronógrafo contador, introdujo en este periodo hasta cinco patentes relacionadas con los reguladores de velocidad para relojes de repetición y freno de cinta, adaptados para los mecanismos de relojería o incluso cajas de música. En 1896, su patente 12.249 -“sistema H. Sandoz-Sandoz”- representaba una actualización de los reguladores de alarma para relojes de repetición.

La llegada del nuevo siglo trajo también el mayor conflicto armado de la época contemporánea. En el campo de la relojería, la Primera Guerra Mundial (1914-1918) supuso la popularización del reloj de pulsera entre los hombres. Hasta aquel momento, el reloj de pulsera era considerado un complemento estrictamente femenino -en oposición al de bolsillo-, pero la necesidad que tenían los soldados de ver la hora de una forma fácil y rápida cuando se encontraban en el frente, acabó provocando la adaptación de esta pieza como accesorio masculino. Sandoz fue de las primeras marcas en especializarse en la fabricación de relojes de pulsera, hasta el punto de convertirse en proveedor del ejército británico durante el citado conflicto bélico.

En 1920, la factoría de Henri Sandoz pasó a denominarse Henri Sandoz et Fils, a causa de la incorporación a la sociedad de Hermann Sandoz, que tendría un importante papel en la evolución de la marca, tanto desde el punto de vista del desarrollo técnico, como de proyección comercial.

Una década más tarde, los hijos de Louis Sandoz depositaban la patente de una cuerda de ocho días. A partir de ese momento, su producción se especializó en los relojes destinados a equipar automóviles, mientras que Henri Sandoz et Fils continuó centrada en la producción de relojes de pulsera y medias varillas de horas saltantes.
Durante este periodo, las maquinarias Sandoz adquirieron un gran prestigio por su gran fiabilidad, y entre 1938 y 1939, la marca recibió varios importantes galardones: dos premios del observatorio de Neuchâtel y otro en la exposición nacional celebrada en Zúrich.

En los años 50, la firma siguió especializándose en los relojes extraplanos, como el clásico Sandoz 333, un modelo de carga automática dotado del revolucionario calibre HSF 65, caracterizado por una gran precisión. Su diseño eliminaba totalmente la vibración lateral y facilitaba que la tolerancia entre el fondo y el movimiento estuviese dispuesta como en un reloj de cuerda.

En 1965, la empresa se moderniza con la construcción de unos nuevos talleres en el edificio Richemond en La Chaud-des-Fonds, que permitieron a H. Sandoz et Co emplear a más de 300 trabajadores. Con un sistema de producción totalmente organizado, la manufactura crea el modelo Sandoz 65, un reloj automático, hermético y con calendario.
La década de los 70 significó la expansión comercial de Sandoz en el mercado internacional, marcada por la introducción en zonas como Oriente Medio y países como India o Pakistán. Paralelamente, la producción anual de la marca ascendió a un millón de piezas, hecho que se reflejó en una gran campaña publicitaria.

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El clásico 333, dotado del extraordinario calibre HSF 56.

Pero la nueva era de la marca empezó en el año 2000, con la adquisición de los derechos mundiales de la marca por parte del Grupo Munreco. La apuesta de la sociedad por Sandoz se refleja con el nombramiento de un embajador de prestigio, el actor Richard Gere. En los últimos años, la empresa ha continuado con su trayectoria con nuevas colecciones que miran al futuro sin olvidar el gran patrimonio histórico de la firma. Buen ejemplo de ello es el reloj Henri Sandoz, un modelo extraplano con segundero pequeño lanzado en 2003, basado en un clásico de la marca, que recoge la esencia de más de un siglo de tradición relojera.

Más recientemente, Sandoz ha lanzado colecciones como Bioko o Tobago, inspiradas en ambientes alejados de la vida urbana, o Caractère, digna sucesora de los cronógrafos de la familia. Este año, la firma ha vuelto de nuevo la vista atrás para crear la serie Légendaire, de estilo retro, que nos hace retroceder hacia los años 50, la época dorada del cine y, asimismo, una etapa importante para la marca.

Este artículo ha sido publicado en el número 23 de la revista Máquinas del Tiempo.

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